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En la madrugada del 1 de junio de 1994 el arqueólogo mexicano Arnoldo González Cruz halló, al interior del Templo XIII, de la antigua ciudad de Palenque, Chiapas, un sarcófago monolítico con los restos óseos de Tz’akb’u Ajaw (consorte del gobernante maya Pakal), uno de los más interesantes personajes de la antigua Mesoamérica, que sería conocida como la Reina Roja, por poseer todos los atributos contenidos en una tumba real, así como por el color rojo del cinabrio (mineral) con el que fueron cubiertos sus restos.
Por primera vez, el Museo del Templo Mayor (MTM), en pleno corazón de la Ciudad de México, recrea el entierro de Tz’ak-b’u Ajaw, con la mayor parte del ajuar con el que fue inhumada, en la exposición temporal La Reina Roja. El viaje al Xibalbá, donde el visitante podrá ingresar a la cámara mortuoria del Templo XIII que fue destinada hace mil 346 años al reposo eterno de la esposa del gran gobernante Pakal.
“El Museo del Templo Mayor se engalana al recibir los objetos que formaron parte del ajuar mortuorio de Tz’ak-b’u Ajaw, para que puedan ser admirados por nuestros visitantes. A través de los objetos que presentamos, podemos adivinar la intensa emoción de lo que ocurrió el 13 de noviembre del año 672, cuando Palenque despedía, colocándole una máscara en el rostro, a su señora”, señaló Patricia Ledesma, directora del MTM.
Con la intención de mostrar la sacralidad que envolvió las exequias (ceremonias religiosas que se celebran por un difunto) de esta alta dignataria maya del periodo clásico, un grupo de especialistas museográficos, se dio a la tarea de reproducir, con materiales modernos, las dimensiones exactas del sarcófago; de acuerdo a los informes arqueológicos, la osamenta de la Reina Roja ocupaba casi todo su espacio, de una longitud de 1.60 metros.
Además, un escultor colaboró en la creación de un maniquí hecho con fibra de vidrio, que simula las características físicas de Tz’ak-b’u Ajaw, quien además fue madre de los dos gobernantes mayas que siguieron a Pakal.
Es de resaltar que sobre la figura están dispuestos la mayor parte de los elementos que integraron el ajuar funerario de la época, como la máscara facial de malaquita (piedra verde) y el collar de la Reina Roja.
“Destacan los materiales utilizados, así como la maestría de las manos mayas para darle forma al mineral, el textil y la concha, que en conjunto materializaría una compleja iconografía relativa al poder y la cosmovisión de la cultura maya”, resaltó.
Se suman otras piezas restauradas como el elaborado tocado que representa al dios Chaac (formado por 103 teselas de jadeíta, 14 piezas de concha y 14 pequeños fragmentos de caliza), el k’ub pectoral de varias hiladas de cuentas de jadeíta y concha, una diadema doble frontal, un par de orejeras y una valva de Spondylus, en cuyo interior se encuentra una figurilla de piedra caliza.
“Todos esos objetos con que fue encontrada la preparaban para iniciar el largo viaje rumbo al Xibalbá, el inframundo maya, el equivalente al Mictlán de los mexicas”, explicó Diego Prieto Hernández, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).