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“La música, cuando está bien hecha, armoniza culturas, personas, tiempos, espacios y silencios. Es fantástico lo que puede hacer”, así lo expresó el tenor mexicano Ramón Vargas quien cumple 35 años de trayectoria operística.
Ramón Vargas (Ciudad de México, 1960) en uno de los cantantes más sobresalientes en el panorama de la lírica internacional, siendo uno de los tenores más respetados, ovacionados y de mayor proyección en la actualidad. Figura del bel canto que ha puesto el nombre de nuestro país en los más prestigiosos escenarios de ópera del mundo.
“Soy un bendecido y privilegiado de la vida porque tengo muchos años de hacer lo que más me gusta: cantar. La pasión, la curiosidad, el mejorarse día a día y el hacer cosas nuevas son mi gran motor para seguir transmitiendo emociones arriba de los escenarios”, dijo entrevista exclusiva con CAPITALMEDIA, el gran tenor mexicano.
En su vasta carrera musical, Vargas ha interpretado más de 50 papeles principales de los repertorios de sus admirados Mozart, Rossini, Donizetti, Bellini, Puccini, Tchaikovski, Stravinski y Verdi.
“Lo que más me ha dejado la música en todos estos años ha sido el enriquecimiento personal que he obtenido a través de la interpretación musical. Además, el canto me ha dado todo en la vida: gente que conozco, mi esposa, familia e hijos, todos han tenido que ver con la música, e incluso mis mejores amigos los he encontrado a través de ella”, comentó.
Su pasión por el canto inició a los tres años, cuando en las fiestas familiares le decía a su madre al oído: “Mamá, diles que yo les canto”. Tras la aprobación, el pequeño Ramón se subía a una silla y entonaba las canciones que escuchaba en la radio, como temas de Agustín Lara, Jorge Negrete o las de su ídolo, el niño español Joselito, a quien conoció viendo sus películas.
La formación musical de Ramón Vargas comenzó como solista en el Coro de Infantes de Basílica de Guadalupe, así como en el Instituto de Música y Arte “Cardenal Miranda”. Además, estudió técnica vocal con Antonio López y Ricardo Sánchez.
“Una de las cosas más importantes que me han pasado fue cuando decidí volverme cantante de ópera, porque a mí siempre me gustó cantar y me gustaba la música polifónica. Recuerdo que en el segundo Concurso Nacional de Canto “Carlo Morelli” llegué a las finales, lo que me permitió cantar en el Palacio de Bellas Artes.
Ahí canté una parte de la ópera de El Barbero de Sevilla. Estaba muy nervioso, pero apenas empecé, me relajé y me dije: esto me gusta, de aquí soy”, recordó.
“Todavía, antes de salir a cantar, tengo esa sensación de adrenalina, tensión, miedo y temor, pero al mismo tiempo hay también mucha motivación”, aseguró.
En 1982, por fin pudo ganar el Concurso Nacional “Carlo Morelli”, aunque su gran debut fue en la ópera Lo Speziale, de Hayden, en Monterrey. Al año siguiente, el director Eduardo Mata le dio su primer estelar como Fenton en el Falstaff de Verdi, en Bellas Artes (punto que toma como el inicio de su carrera profesional) y, en 1984, Don Ottavio en el Don Giovanni de Mozart.
En 1986, ganó el Concurso “Enrico Caruso” para tenores en Milán, Italia, y se estableció en Austria, donde perfeccionó sus estudios musicales en la Ópera Estatal de Viena. Fue el inició de su carrera internacional.
De acuerdo con el intérprete, “lo más importante que ofrece la música es la sensibilización de las personas, y esa es la única forma en como podremos transformar a México, con cultura y buena educación; no veo otro camino”