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La fiebre del pan casero en Reino Unido da una segunda vida a un viejo molino

Por Dylan Martinez y Will Russell

TETBURY, Inglaterra, 6 may (Reuters) – Shipton Mill, que ya molía harina cuando los normandos invadieron Inglaterra hace casi mil años, ha recibido un inesperado impulso del nuevo brote de coronavirus: el aumento de la demanda de su harina orgánica por parte de una nueva generación de panaderos caseros en cuarentena.

Situado al final de un camino en una zona boscosa junto a un afluente del río Avon, Shipton Mill, que ya aparece mencionado en el Libro de Winchester de Guillermo el Conquistador en una fecha tan temprana como el año 1086, ofrece tanto a panaderos profesionales como a aficionados decenas de antiguos tipos de harina, algunas todavía molidas a la piedra y otras procedentes de variedades ancestrales de trigo inglés.

Tal es el aumento de la demanda de los panaderos caseros que Joe Lister, jefe de compras y ventas del molino, dijo que ha tenido problemas para mantener el ritmo de producción, a pesar de que algunas ventas a las panaderías tradicionales hayan caído debido a los cierres por la pandemia.

“El aumento de la demanda de la panadería casera es tan grande que no podemos mantener el ritmo”, dijo Lister, cuyo padre compró el molino en 1981 para restaurarlo. “Nunca habíamos visto un aumento de la demanda como éste, tan concentrado en la panadería casera y tan intenso.”

El arte de hacer pan ha visto un curioso renacimiento con el confinamiento de miles de millones de personas alrededor del mundo debido al coronavirus.

Los panaderos aficionados, especialmente en ciudades como Londres y Nueva York donde el acelerado ritmo de vida no da a menudo las pausas necesarias, disponen ahora de mucho tiempo para preparar la mezcla, amasarla y dejar que crezca cuantas veces sea preciso. Hay quien lo considera relajante. Otros disfrutan compartiendo el pan con sus parejas, con su familia o incluso, aunque a escondidas, con sus vecinos.

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(Información de Dylan Martinez y Will Russell; escrito por Guy Faulconbridge; editado por Michael Holden y Janet Lawrence; traducido por Darío Fernández en la redacción de Gdansk)