Abrí los ojos y la luz me cegó. Traté de incorporarme, pero las nauseas me lo impidieron. Tragué saliva y tomé valor antes de abrir los ojos nuevamente, cubriendo mi vista con la mano para evitar morir como un vampiro con los rayos del sol. Vi el techo, el color de las paredes, los muebles… y no reconocí el lugar. De inmediato busqué mi celular y mi cartera; estaban junto a mí. Pensé: “No vuelvo a tomar”.
Obviamente no lo cumplí. Ese breve despertar lo puede haber contado a los 16 años en la prepa, a los 21 en la universidad, a los 25 en el trabajo o a inicios de este año. Es la clásica penitencia que pagamos por excedernos en la manera de beber, aunque la olvidamos horas o días después para continuar la fiesta. No nos engañemos, a todos nos ha pasado una o varias veces. Somos sujetos sin memoria etílica que no cumplimos las promesas. Nos mentimos a nosotros mismos. Nos sumergimos en una espiral de tragos, diversión, alegría, euforia, deshidratación, somnolencia, re- saca, culpa, malestar, hidratación, descanso y ganas de beber nuevamente.
Las estadísticas no mienten: un reporte de Kantar World Planet, una agencia de investigación internacional de mercados, ubica a México como el sexto país que más consume cerveza en el mundo. Casi tres cuartas partes de los hogares mexicanos compran cerveza y otros alguna otra bebida alcohólica, no por nada mostramos orgullosos nuestras creaciones líquidas como el pulque, el mezcal o el tequila.
Quizá por esa razón cuando se habla de alcohol, todos tenemos historias, algunas divertidas, otras chuscas, unas raras, trágicas o traumáticas. Sin embargo, ¿qué pasa cuando el consumo de alcohol comienza a ser un problema?
Aquí te presentamos breves historias de cómo romper con el alcohol antes de que te rompa ti.
Excesos musicales
Una decepción amorosa llevó a Yocu a experimentar en su boca un sabor totalmente ajeno a sus papi- las gustativas. A los 15 años invitó a sus amigos a tomar la bebida cubana por excelencia, el ron. Años más tarde, Yocu inició su carrera como baterista. El éxito de su banda de Ska, Los de abajo, le trajo una vida de excesos.
El primer desencuentro con el alcohol fue en una gira por Estados Unidos. Sin mayor detalle, cuenta que en el hotel donde se hospedaban pasaron cosas desagradables que lo hicieron reflexionar. Decidió dejar de beber, aunque en el mundo de la música parece algo imposible. Ahora, de vez en cuando be- be una copa de vino, pero dejó de combinar la música con el alcohol.
El hijo honesto
Juan estaba borracho pero no inconsciente. Alcanzó a escuchar cómo su hijo de siete años le decía: “¡Pinche borracho!”. Nunca lo había visto así, porque su padre, una vez más, había llegado ebrio a la casa.
Han pasado más de 30 años y presume no haber bebido una gota de alcohol en todo ese tiempo. Su mayor motivación para dejarlo fue el amor por su familia.
Soledad de la abstinencia
El alcoholismo de Paco desintegró a su familia. Los problemas que acarreó después de 25 años de beber le cobraron factura y decidió rehabilitarse, motivado por la presión familiar.
Los amigos lo invitaban a beber, por eso decidió ser un hombre solitario. Sabe que si tiene amigos recaerá en la bebida con todos lo problemas que eso significa.
Ahora ya no bebe, y eso le hizo darse cuenta que puede llevar una buena relación con su familia.
Estas son algunas historias de quienes pudieron enfrentar al alcoholismo exitosamente o que están en proceso de ganarle la batalla.
Por ello es importante reconocer si es que tenemos un problema con nuestra manera de beber, por- que más allá de ser un mala copa, podemos estar causando bastante daño en nuestro entorno, en nuestro organismo o en la sociedad.