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Desde la época prehispánica existe registro del uso del chile como una especie de moneda de cambio, en rituales y como un elemento importante en la herbolaria y la alimentación.
En el país crecen hasta 64 tipos, aunque no todos son oriundos de México. Muchos de ellos son también de centro y Sudamérica, Aún así, la diversidad endémica de esta especie es impresionante en el territorio nacional.
Más allá de una folclórica experiencia, comer chile proporciona vitaminas, tiene efectos anticancerígenos, analgésicos, antioxidantes, antiinflamatorios y antimicrobianos, y está comprobado que existe un motivo neuronal sobre por qué nos gusta tanto.
Aunque en la actualidad predominantemente se le utiliza como un condimento, el chile posee beneficios nutricionales y en materia de herbolaria.
La capsaicina, principal componente del chile y responsable del sabor picante, es útil para la circulación sanguínea, aunado a que ayuda a prevenir la formación de coágulos y el endurecimiento de las arterias.
Este fruto también es rico en vitaminas A y C, pero también es útil en la prevención de problemas de la vista, mucosas, encías y dientes.
En la actualidad, existen varios remedios o productos que alivian dolores musculares y tienen como base el chile.
La Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (Sagarpa) informó que el consumo de chiles en promedio de un mexicano es de 10 kilos al año y expertos en métodos de procesamiento, señalan que se empieza a consumir a partir de los 5 años de edad.
De acuerdo con un medio de circulación nacional, depende de la edad y la zona del país como se consumen los tipos de chiles, pues mientras los jóvenes prefieren comerlos en rajas, las personas mayores prefieren enteros y a mordidas.
En el norte del país la preferencia se inclina hacia los chiles jalapeños verdes, en rajas o rodajas; en el Bajío prefieren los chiles enteros y en el sur los chipotles. El centro del país mantiene un consumo equilibrado de todos los tipos.
De esa manera el chile ha sido un silencioso protagonista de algunos de los pasajes más importantes de México en la literatura, donde destacan cómo el chile formó parte de rituales y ofrendas que los indígenas hacían a los dioses.
De acuerdo con la arqueóloga Janet Long, la diosa prehispánica del chile, Tlatlauhqui Cihuatl Ichilzintli, o respetable señora del chilito rojo, era hermana de Tláloc, Dios del Agua, y de Chicomecóatl, deidad de los mantenimientos.
Este fruto era uno de los productos que la triple alianza, encabezada por Tenochtitlán, exigía a sus tributarios y así las provincias debían entregar ese fruto.
Entonces, el chile forma prácticamente parte de los símbolos patrios e incluso de los atributos esenciales de la virilidad mexicana, ya que el gusto por el dolor se mide en niveles de picor.