¡Hasta aquí! Con estas palabras el expresidente Luis Echeverría firmaba el decreto que concluía los días del Palacio Negro de Lecumberri como prisión preventiva de la Ciudad de México y daba paso a la creación del Archivo General de la Nación (AGN). Era 26 de mayo de 1977.
“La cárcel cambia a las personas, algunos se pierden, otros se reforman, algunos más crean –señala el maestro en literatura mexicana, Xalbador García–, en la segunda mitad del siglo XX estuvieron encerrados en Lecumberri, entre otros, José Revueltas, Álvaro Mutis y Luis González de Alba, todos ellos intelectuales cuya experiencia en ‘chirona’, les inspiró algunas de sus grandes obras”.
El especialista afirmó para CAPITALMEDIA que el “género carcelario” ha dado a la historia del arte grandes obras, no sólo en México, también al mundo “en la pintura, los españoles tienen a Dalí, que según él, estuvo tres veces en prisión; en México, David Alfaro Siqueiros; Oscar Wilde fue condenado tras descubrirse su homosexualidad, y en el encierro, escribió De Profundis, un poema de amor a su amante; aquí tuvimos a Luis González de Alba, con Los años y los días; estoy convencido como creador que la prisión puede inspirar muchísimo, pero se debe tener un temple enorme.
Los artistas mexicanos que estuvieron en Lecumberri se templaron en el fuego de la ignominia; el dolor experimentado les hizo comprender a la humanidad, o cantar a los temas comunes con pasión, allí está “Juanga” y su “No tengo dinero” que compuso encerrado en el Palacio Negro: hasta el preso más común o estos intelectuales padecieron el “carcelazo” (depresión) pero ellos la volvieron arte”.
La cárcel que fue inaugurada por Porfirio Díaz en 1900, estaba catalogada como el mayor proyecto penitenciario de América Latina; el recinto que toma el nombre de Lecumberri (apellido del español dueño del terreno) vio desfilar por su diseño de estrella con siete crujías, infinidad de presos, todos ellos de diversa peligrosidad, desde aquellos que pasaban algunas horas, hasta los que por cometer asesinatos o desfalcos vivían por años recluidos entre sus muros percudidos; entre ellos languidecieron presos políticos, líderes ferrocarrileros, del movimiento estudiantil de 1968 y artistas acusados de agitadores.”.
Del encierro a la memoria
Tras el cierre de la prisión estuvo a punto de ser demolido, pero un grupo de intelectuales, entre ellos el exsecretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles, y el historiador Edmundo O’ Gorman lograron su conservación y transformación en el resguardo de la memoria documental del país; la modificación corrió a cargo del arquitecto, Jorge L. Medellín.
El archivo contiene documentos que datan de la época novohispana hasta la actualidad (tercera década del siglo XVI hasta 2012). Se organiza en fondos y tiene 375 millones de hojas, equivalente a 52 kilómetros de longitud. Es de tal importancia que es parte del registro denominado Memoria del Mundo, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).