Desde hace aproximadamente 14 años, la frase “energías limpias” se difundió por los medios cada vez con mayor frecuencia. Pasó el tiempo y más titulares utilizaban ese binomio de palabras que no entendíamos muy bien; a veces era sustituido con 18 letras: “energías renovables”.
El día de hoy no sólo es empleado por medios locales e internacionales, también forma parte de la agenda de instituciones de gobierno, está en las propuestas de candidatos a ocupar puestos de elección, y en discursos de empresas que buscan concretar proyectos sobre una región determinada. Sin embargo, ¿qué son las energías limpias?, ¿cuál es su diferencia con las renovables?
El asunto es de suma importancia porque nuestro futuro estará subordinado a la forma en que lo abordemos. La creación de energía es uno de los grandes retos mundiales del siglo XXI. De ésta depende buena parte de nuestro desarrollo; pero también puede ser nuestra condena. Si seguimos basando la producción de energía en el petróleo, no sólo condenaremos a las siguientes generaciones a la escasez, también cavaremos el agujero definitivo donde será sepultada nuestra civilización.
Energías renovables
Las energías renovables son aquellas que surgen de fuentes inagotables. Por ejemplo, con el viento se produce energía eólica, con el agua de los ríos se genera energía hidráulica o hidroeléctrica, con los rayos del sol captados en páneles se forma la energía solar, con el calor del interior de la Tierra se crea energía geotérmica.
Otras son la energía undimotriz generada por las olas, y la mareomotriz originada por el vaivén de las mareas. Por su parte, el bioetanol y el biodiésel, biocombustibles que se obtienen a partir de productos y aceites vegetales, cada vez son más usados en la industria automotriz.
Además de ser inagotables, no ocasionan gases de efecto invernadero, que son los que están provocando enfisema pulmonar en el aparato respiratorio de nuestro planeta. Con ello, ayudan a combatir el cambio climático y a reducir nuestra huella de carbono.
También se han mostrado como una alternativa real a nuestra dependencia a los combustibles fósiles ya que han abaratado –sobre todo el caso de la solar y la eólica– los costos de generación de energía. Otra característica positiva es que, a diferencia de los yacimientos petroleros que cada vez son menos y pocas naciones los poseen a gran escala, el viento, el Sol y el agua podemos encontrarlos en cualquier parte.
Energías limpias
Son aquellas que se obtienen bajo procesos que pretenden dañar lo menos posible al medio ambiente. El mayor ejemplo es el gas natural; pero, ¿qué tan limpias son?
Volvamos al caso del gas natural. Pese a que su utilización se ha defendido en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo debido a que genera menos gases de efecto invernadero y supuestamente es un motor de crecimiento, es un hecho que al ser un combustible fósil, constituye una fuente agotable de energía, y con la finalidad de obtenerlo se liberan a la atmósfera gases como el metano, uno de los más dañinos para nuestro globo terráqueo.
Asimismo, la extracción se realiza en ocasiones mediante el fracking, una técnica controversial que ha sido criticada por los efectos que produce su práctica, entre ellos la contaminación de los mantos acuíferos, los severos daños al subsuelo y las consecuencias sociales que desata la construcción de pozos que serán utilizados por cortas temporadas y después abandonados.
En resumen, el gas natural es la opción “menos peor” para extraer combustibles fósiles, pero no es la ideal. Y aunque ultimamente se ha manejado como una energía limpia, es lo mismo que lavarse la cara sin meterse a bañar.
De acuerdo con Walter Ángel, ingeniero por la UNAM y especialista en temas energéticos, el término “energías limpias” es sólo un eufemismo que se creó desde Naciones Unidas con el objetivo de incluir al gas natural en un concepto más amigable, sosegar los reclamos de los ambientalistas y decir que estamos reduciendo las emisiones de CO2, acorde con los acuerdos internacionales que se han firmado.
Asegura que es un término promovido por gobiernos como el de Estados Unidos para alcanzar las metas y cumplir los compromisos que no quiso acatar en el Protocolo de Kioto. “Al no poder alcanzar la meta de emisiones con energías renovables, crean el concepto de energías limpias, pero siguen quemando combustibles fósiles y eso no reduce significativamente la huella de carbono, como sí lo hace la energía hídrica o solar”.