Ayudar a las personas se convirtió en una adicción, en un estilo de vida. “Cada que suena el teléfono por una llamada de auxilio, mi corazón late más rápido y las piernas en automático me llevan a la ambulancia”, comenta el paramédico Héctor Abundiz. Con una sonrisa, Héctor describe su día a día a bordo de una ambulancia de la Cruz Roja.
“Tanto paramédicos como conductores (también rescatistas o paramédicos) tenemos horarios, lo importante es cubrir las 24 horas del día. Los accidentes no avisan, y muchas de las urgencias que se atienden en este servicio tampoco”, argumenta Abundiz.
Afuera, tres ambulancias esperan estacionadas estratégicamente ante cualquier llamada de auxilio por parte de la población. De pronto, en la avenida, los vehículos bajan la velocidad para darle el paso a una ambulancia.
El ulular de la sirena invita a los conductores a dejar libre un espacio en la circulación al vehículo de emergencia. Héctor asegura que, de unos años para acá, esta cultura se ha reforzado entre los automovilistas.
“Hoy son más los que colaboran para agilizar la circulación de los vehículos de urgencias médicas”, estima. En este trabajo, muchas veces, de la rapidez en la atención depende la vida de un ser humano
Es importante señalar que a bordo de las ambulancias sólo hay equipo de primeros auxilios, por eso la importancia de llegar lo más rápido posible a cualquier hospital. Explica que hay unidades más equipadas que otras, pero sólo los hospitales tienen todo lo necesario para proporcionar la atención en caso de accidentes
“Nuestro trabajo exige mucho amor al ser humano, a la vida; compromiso, responsabilidad, calma, conocimientos y tiempo para salvar vidas”, indica.
El paramédico refiere que en la estación de servicio todo lleva un orden: quién sale a prestar ayuda, qué ambulancia y cuántos paramédicos. Muchas veces el tipo de emergencia tiene que ver con la cantidad de paramédicos que acuden al lugar del incidente.
Abundiz señala que los momentos que más disfruta en la vida son cuando está a bordo de la ambulancia, auxiliando a una persona o cuando en el lugar del siniestro rescatan a alguien ileso.
Pero cuando se trata de un bebé, de un niño, los sentimientos indiscutiblemente desempeñan un papel importante. El paramédico asevera que actuar con el cerebro y las manos, más que con los sentimientos, ayuda a salvar más vidas.
Recuerda también momentos tristes, que en muchas ocasiones le producen enojo, toda vez que pueden evitarse. Como cuando un menor de edad resulta lesionado en un accidente porque los familiares no toman las medidas de seguridad necesarias, como es el cinturón de seguridad o el asiento para bebé y el infante resulta con lesiones de consideración.
Esta falta de responsabilidad, dice, nos deja con un enojo que no desaparece por mucho tiempo, porque no es justo que un niño tenga daños graves o incluso muera porque a sus padres no se les ocurrió protegerlo en el auto a la hora de conducir.
Para Abundiz, la baja cultura de la prevención entre los mexicanos es la mayor causa de accidentes en México; conducir cansado, después de haber ingerido alguna bebida alcohólica, a exceso de velocidad, cobra cada día cientos de vidas en el país y en el mundo.
Su vida es esto, su objetivo y afición siempre será salvar vidas, ayudar a las personas cuando lo solicitan, con la rapidez que el caso amerita, pero siempre con el amor y la decisión de dar a un ser humano una buena noticia