Los primeros efectos del enojo son los físicos: problemas estomacales, digestivos, estreñimiento o diarrea. También, debido a la tensión, las personas suelen apretar la mandíbula y rechinar los dientes, padecimiento llamado bruxismo; incluso, al ir a dormir puede seguir el malestar y se sigue chasqueando la mandíbula, lo cual ocasiona un daño dental.
Pero la lista sigue. Las personas irascibles tienen dificultades para conciliar el sueño. El enojo implica un estado de activación física, en el cual toda la energía y la concentración tanto física como mental se canalizan hacia la rabia.
Como dormir implica un proceso de relajación, y el enojo es totalmente el estado opuesto a ésta, el sueño resulta menos reparador.
El doctor Raúl José Alcázar Olán, profesor e investigador de la Universidad Iberoamericana, especializado en el tema de la ira, afirma que ésta, en el caso más extremo, es capaz de causar ataques al corazón.
Sin embargo, los corajes no sólo dañan el cuerpo, también tienen consecuencias negativas para la mente, la estabilidad emocional e incluso los ambientes familiares y laborales.
Aunque suene obvio, la persona que está enojada es poco feliz debido al enfurecimiento frecuente e intenso que experimenta.
Las relaciones personales también se llegan a deteriorar, porque quienes rodean a la persona enojona padecen directamente los insultos, las agresiones o los rencores que lleva consigo la ira. Más aún, las personas iracundas quedan aisladas; en su entorno pueden dejar de ser tomadas en cuenta para reuniones y proyectos laborales.
Una de las peores caras de la furia es cuando ésta llega al volante: la irritabilidad y poca paciencia ocasionan que sea más fácil que las personas reaccionen agresivamente ante los errores de otros automovilistas. Incluso ha habido casos de ataques con arma de fuego debido a que los conductores portaban una: la ira se salió de control.
El diario de un enojón
Uno de los métodos más efectivos y sencillos para descubrir si tenemos un problema de ira es escribir un diario del enojo. El método consiste en anotar en una libreta las situaciones que cada día nos hacen enojar, y describir la intensidad. La idea es hacerlo al menos durante una semana a fin de tener suficiente material para analizar cómo nos comportamos ante situaciones de irritabilidad o conflicto.
Al revisarlo podemos hacernos conscientes de si nuestras reacciones son normales, o son más intensas y agresivas. El diario, explica Alcázar, es como un espejo donde podemos reflejarnos con el propósito de ver nuestro comportamiento.
Otra de las formas para analizar las acciones en torno al enojo es ver cómo son las reacciones comparadas con otras personas. Por ejemplo, si alguien nos regaña en el trabajo, hay que preguntarnos cómo sería la respuesta de los demás: si la reacción de casi todos sería más tranquila y mis actos resultan más agresivos, esto es un foco rojo preocupante que requiere ponerle atención.
Ciertas preguntas también pueden ayudarnos a identificar si debemos preocuparnos porque la furia que experimentemos se salga de control: si nos enojamos fácilmente, si nuestros enojos causan daño y si los corajes que hacemos son más intensos y frecuentes.
El doctor Raúl José Alcázar Olán, quien ha trabajado con la Universidad de Colorado en control de la ira, causas y manejo de ésta, tiene desde hace seis años un taller cuyo objetivo es aprender a dominar el enojo; es uno de los pocos talleres sobre este tema que hay en todo México.
El curso, dura cerca de 10 semanas, se basa en un tratamiento universal, que se aplica en otros países, y fue tomado del manual Overcoming situational and general anger (Superando el enojo situacional y general), del doctor Jerry Deffenbacher.