Al fondo se abre un zaguán de lámina blanca y se observan dos planchas, en una, un cuerpo espera su turno para entrar al horno crematorio, que a dos mil grados centígrados lo desintegrará y convertirá en poco menos de dos kilogramos de puras cenizas.
Gerardo Zavala y Jesús, el encargado y el técnico de hornos en el crematorio de una funeraria, respectivamente, comentaron que este oficio “no se busca, se encuentra por casualidad”, muchas veces en los anuncios clasificados de algún periódico en circulación.
El contacto diario con la muerte en un principio asusta, “descontrola las emociones, pues verla tan de cerca y de las formas en las que se presenta no es común, en muchas ocasiones parece sacada de películas de terror o series policíacas”, comentó Zavala.
En la banqueta, una pequeña familia espera la entrega de las cenizas de su madre, y un viento frío que cala hasta los huesos hace más notorio ese sentimiento de dolor que provoca la despedida definitiva del ser querido.
De pronto, una de las mujeres abraza a otra y estalla en llanto. Entre sollozos se pregunta con enojo por qué se fue la persona que más quería.
“La muerte es egoísta, pero sobre todo muy injusta”, dijo, mientras limpia sus lágrimas y espera que el doloroso proceso concluya.
Sentado detrás de un escritorio, en donde constantemente voltea hacia una pantalla para vigilar el trabajo que hacen los embalsamadores y el del técnico, Gerardo aseguró que durante los cinco años que lleva en este empleo, “no ha visto ni oído nada”.
Recordó que cuando vio el anuncio en el periódico en el que solicitaban un encargado de funeraria, la idea le atrajo mucho, hasta cierto punto “me emocionó” y cuando me explicaron de qué se trataba, “me gustó mucho más”.
No era un simple trabajo de oficina. Si aceptaba el puesto -en un horario de las 20:00 horas a las 8:00 de la mañana- también tenía que supervisar todos los cuerpos que llegaran. “Las especificaciones de la muerte y el estado físico de los difuntos”, así como el trabajo de los demás compañeros, expuso.
Por su parte, Jesús aseguró que en la antesala de los hornos de cremación el frío siempre está presente. Una luz roja de esos aparatos indica que están ocupados, y todo está listo para comenzar con la incineración del cuerpo ubicado dentro del receptáculo.
El técnico sostuvo que la demanda de este servicio creció de manera considerable en los últimos años.
Los cuentos de terror, de aparecidos y ruidos sobrenaturales se tejen diariamente aquí. “Varios de los compañeros aseguran que, sobre todo en las noches, se escucha cómo alguien baja por las escaleras o se abren los cajones de los escritorios sin razón aparente”.
Pero el trabajo debe continuar. Jesús y Gerardo afirman que hay días donde embalsaman hasta 36 cuerpos. La cremación implica más tiempo y muchas veces una la afuera de los hornos. Destacaron que los precios varían, el paquete más económico está en siete mil 500 pesos y consta de traslado del cuerpo desde el lugar donde falleció a la funeraria, servicio de cremación y la urna, así como los trámites legales.
De pronto, en el establecimiento se alcanza a percibir un olor extraño. El encargado del negocio asegura que los hornos son herméticos, cuentan con un sistema de filtros para impedir la salida del aroma a carne quemada.
El encargado de hornos indicó que a los cadáveres no se les inyecta ninguna sustancia, “no es necesario. La técnica de cremación se asemeja a un soplete que apunta directamente y a una mínima distancia al cuerpo, es suficiente para este proceso”.
“Lo que se crema, explica Gerardo, son únicamente los esqueletos, los huesos, la carne, el agua que contiene, se desintegra”.
El embalsamamiento, sostuvo, requiere de varias sustancias que se inyectan en las arterias y ayudan a detener por horas el proceso de descomposición.
“Dicen que lo único seguro en la vida es la muerte y es cierto, tal vez por eso sean las horas más importantes que quedan marcadas en un papel oficial. La hora en que naces y luego la hora en la que partes de este mundo para siempre”, concluyó.