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Cuando Modou dejó la escuela coránica en Banjul, Gambia, tenía solo 14 años. Fue en el lejano año 2003 y nunca se hubiera imaginado que pocos años después se convertiría en el artista de circo más famoso de todo Senegal.
“Ambos son muy religiosos -explica Modou en la entrada de la carpa del circo-. Quisieron que mis dos hermanos y yo fuéramos a una escuela coránica. Pero tuve algunos desacuerdos con el marabú (el guía religioso), del que prefiero no hablar y me fui sin decir nada a nadie”.
El único otro lugar que Modou conocía además de Banjul era Dakar, la capital de Senegal, que había visitado en varias ocasiones con su familia.
Ese fue su destino, al cual llegó gracias a un golpe de suerte. “Mi abuela -continúa el chico- vivía aquí, pero yo no sabía la dirección exacta. Viví en la calle dos semanas, pidiendo caridad en el mercado para poder comer algo”.
Luego, un día, por casualidad, pasó por delante del centro de acogida Empire des Enfants, en el distrito popular de Medina.
Fue entonces cuando las cosas comenzaron a mejorar para Modou: tenía una cama y tres comidas al día. Ese se convirtió en su nuevo hogar.
El 2006 fue el año del verdadero punto de inflexión para el joven Modou. La asociación sueca Djef Djel realizó un curso de artes circenses en el Empire des Enfants.
Para Modou fue amor a primera vista: “Estaba como hipnotizado. Los malabares, las acrobacias, el trapecio, los saltos… Creía que estaba viendo magos. Ese mundo me cautivó y aún hoy no puedo ni quiero liberarme de él”.
En 2008 los responsables de Djef Djel propusieron a Modou que fuese a Estocolmo, con los gastos pagados por la asociación, para hacer un curso de perfeccionamiento.
Una vez más, intervinieron los de Djef Djel, que se pusieron en contacto con la madre de Modou y la llevaron al centro.
“Pensaba que estaba enojada conmigo -confía- pero, en realidad, estaba muy feliz de que tuviese buena salud y muchos amigos nuevos que me querían. No conocía el circo, pero entendió inmediatamente que me encantaba y no se opuso a mi viaje al país de la nieve”.
Animado por su amiga Aminata Kamara, que trabajaba en el Empire des Enfants, fundó Sencirk, la primera compañía de circo de Senegal, que en 2010 recibió oficialmente el estatus de asociación cultural.
“Sencirk es un proyecto social revolucionario para un país de África Occidental -explica Modou-. Nos dimos cuenta de que el circo puede ser un punto de partida para ayudar a los jóvenes desfavorecidos. El objetivo no es formar a niños y niñas en las artes circenses sino ayudarlos a no dejarse llevar por sus problemas mediante el trabajo en equipo y la determinación”.
Añade que “el circo es un medio, no un fin. Nos permite trabajar para favorecer la reinserción social y profesional de estos jóvenes. Si al final uno de ellos se convierte en profesional, para nosotros sería una satisfacción adicional”.
La ciudad de Dakar permitió que Sencirk montase su carpa de circo dentro del edificio de la Piscina Olímpica, en el barrio de Point E.
La compañía está formada por unos 20 miembros. Luego están los recién llegados y los simples curiosos, que dan los primeros pasos siguiendo los consejos de los más experimentados.
Sencirk lleva sus espectáculos a escuelas, hospitales y plazas de las regiones más pobres de Senegal. Y no solo eso: gracias al apoyo técnico y económico del famosísimo Cirque su Soleil, la compañía senegalesa cruzó las fronteras nacionales para aterrizar en Europa.
“Actuamos -dice con orgullo- en Francia, Suecia, Bélgica y Rusia, y tuvimos mucho éxito. Nuestros espectáculos tratan cuestiones sociales que para nosotros son muy importantes, por eso nos llamamos Cirque Social”.
Indica que “lo que yo y otros jóvenes que venimos de la calle vivimos lo llevamos a la carpa, y lo redibujamos con una trayectoria hecha de piruetas y saltos que deja a la audiencia con la boca abierta”.
Chiopite, que se puede ver en YouTube, inspiró y continúa inspirando a muchos jóvenes marginados, dándoles una pizca de esperanza que pueden cultivar en la polvorienta y acogedora carpa de Sencirk.