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Por: Amadeo Lugo
El dengue es una enfermedad infecciosa de origen viral, considerada como un padecimiento tropical que se transmite por la picadura de la hembra de un mosquito que se alimenta de sangre.
Conocido como zancudo, de nombre científico Aedes Aegypti, vive principalmente en zonas urbanas y su ciclo vital se produce en reservorios de agua artificiales como floreros, estanques o neumáticos abandonados.
El dengue no se transmite por contacto con un enfermo. Existen cuatro serotipos del virus del dengue denominados DEN1, DEN 2, DEN 3 y DEN 4, mismos que son causantes de dos tipos de cuadro clínico de la enfermedad: dengue clásico o fiebre por dengue, dengue hemorrágico o fiebre hemorrágica por dengue.
Las personas que han padecido dicha enfermedad, por cualquiera de los serotipos, queda inmunizada o protegida para volver a padecerla por cualquiera de los cuatro serotipos, sin embargo, sólo por un periodo que va desde dos hasta 12 meses.
Posteriormente permanece sólo protegida por el serotipo que le ocasionó la enfermedad y desprotegida para los otros tres serotipos.
Una vez que se ha padecido el dengue, incrementa el riesgo de que un segundo evento sea de mayores consecuencias y manifestaciones clínica.
Al dengue también se le ha denominado la fiebre quebrantahuesos, ya que frecuentemente suele ser de severidad variable con afectación intensa al estado general. Las principales regiones donde se presenta la enfermedad es en países de Latinoamérica y en el sureste de Asia, se estima que se producen entre 50 y 100 millones de casos de dengue al año en todo el mundo.
Los síntomas se presentan después de un periodo de incubación que de los cinco a los ocho días, es decir, después de la picadura por el mosquito transmisor.
El paciente con dengue puede iniciar con fiebre alta súbita, dolor de cabeza intenso, dolor alrededor y detrás de los ojos, mucho cansancio y dolores musculares y de las articulaciones.
Al tercer día de la fiebre puede aparecer una erupción generalizada de color rojizo que suele durar de dos a tres días, se puede llegar a acompañar de náuseas, vómitos, perdida del apetito o dolor de garganta.
La fiebre puede durar hasta un máximo de una semana y suele ser intermitente.
Una vez que disminuye puede llegar a aparecer un segundo episodio de la erupción mencionada anteriormente llegando a durar entre uno a cinco días y cuando los síntomas han desaparecido, el cansancio y la depresión pueden llegar a persistir durante varias semanas.
Algunas personas pueden llegar a presentar el dengue hemorrágico después de la fiebre inicial el cual se manifiesta clínicamente con sangrado de encías, del tubo digestivo o bien sangrar por la orina, pueden llegar a aparecer petequias o púrpura, dolor abdominal, vómitos y respiración acelerada.
Los pacientes sin tratamiento pueden evolucionar hasta un estado de choque con disminución o pérdida de la presión arterial y ocasionalmente la muerte.
En general se trata de una enfermedad autolimitada con mortalidad menor del uno por ciento.
El dengue hemorrágico con tratamiento llega a tener una mortalidad de dos al cinco por ciento y sin tratamiento puede ser mortal hasta en 50 por ciento de los casos.
Lo más importante para hacer el diagnóstico del dengue es tener el antecedente de haber estado en zonas endémicas y expuesto a picaduras de insectos.