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POR ISRAEL YÁÑEZ GONZÁLEZ
Mateo tenía entonces 14 años; era un adolescente con diversos problemas de adaptación en la secundaria particular donde estudiaba, víctima de bullying, sectarismo y discriminación de sus compañeros, situación que lo orilló a buscar amistades virtuales a través de las redes sociales.
Por medio de una aplicación entró en un chat internacional donde se concentraban personas de diversas nacionalidades, entabló contacto con un grupo más reducido de sujetos con afinidades particulares sobre animes de personajes antropomórficos. Este fue el “gancho” por el cual fue atraído por estas personalidades quienes comenzaron a aprovechar sus necesidades afectivas.
La trata de personas ha sido catalogado como la modalidad de esclavitud moderna, pues la manera más efectiva de convencer a alguien a través de las redes sociales es a través de ofertas de trabajo, indicó a CAPITALMEDIA, Ruth Delgadillo Martínez, directora del área capacitación del Consejo Ciudadano capitalino.
El grupo en el que participaba Mateo se compactó a través de otro chat conformado ahora por cinco sujetos que comenzaron a manipularlo con textos de índole emocional, dándole un sentido de pertenencia.
En un mes, los mensajes comenzaron a tener una connotación sexual y afectiva, en particular con uno de los sujetos que dijo tener 16 años procedente de España quien incluso le envió una credencial en el que confirmaba su edad y personalidad.
Modus operandi
Delgadillo Martínez, explicó que el modus operandi de trata de personas con fines de explotación sexual vía redes sociales para enganchar a mujeres de edades entre los 18 y los 24 años, consiste en crear un perfil de una red social que aparenta ser el de una mujer.
Posteriormente se pone en contacto vía mensaje privado y ofrece empleo para trabajar como acompañante, luego de lograr entablar una conversación, abiertamente indica que el empleo se trata de tener contacto sexual con los clientes a quienes acompañen y les ofrecen una buena cantidad de dinero.
Si las jóvenes aceptan, la mujer del perfil gestiona supuestamente los encuentros sexuales, les menciona cuando y donde deben ver a los clientes y les pide una cuenta bancaria en donde ella depositará el pago de los servicios, además les solicita algunas fotos para poder invitar a los clientes.
En el caso de Mateo, los padres refieren que la mayoría de las pláticas eran de madrugada, siempre era ese sujeto quien lo incitaba a hacerse tocamientos mientras le narraba el desarrollo de un encuentro sexual, para concluir el encuentro con frases de amor y amistad.
Los padres de Mateo comenzaron a percatarse de cambios de conducta, rebeldía, estados de ansiedad, y melancolía. Una mañana cuando el papá del adolescente tomó la computadora para hacer un trabajo urgente cuando se dio cuenta de la plática con estos sujetos.
Sin saber cómo abordar el tema –narró el papá—platiqué con mi hijo, le pedí una explicación, y él sin miedo o vergüenza, me dijo que efectivamente era su amigo y que él lo quería mucho, inclusive estaba planeando viajar a España para conocerlo.
Daño emocional
Cuando le ordenó que rompiera cualquier contacto con este sujeto, y el resto de los integrantes del chat, el niño rompió en llanto y en un estado de obnubilación retó a su padre, le dijo que bajo ninguna circunstancia iba a romper relaciones con el corruptor, pues era el único que lo entendía y amaba.
“Lo acompañé hasta la computadora, le dicté un texto para que lo enviara a su ‘amigo’ y a diferencia de mi hijo, el sujeto reaccionó tranquila y discretamente, utilizando solo las palabras necesarias y concretas para darle la razón a sus padres, posteriormente se desconectó del chat y la cuenta fue cancelada”.
Después el menor tuvo un tiempo de “duelo” por la perdida, y se comportó rebelde y hostil a sus padres, quienes le retiraron cualquier tipo de aparato con el que pudiera tener contacto con estos sujetos.
El rastreo del lugar donde se hizo el contacto se diicultó, pues una vez concretado el ilícito se borran las líneas de relación. Como abogado, el padre del menor conoce el aparato de justicia, y antes de iniciar una denuncia –donde sólo iban a someter a su hijo a exhaustivas entrevistas generando una revictimización y complejo de culpa en el menor— consultó a una psicóloga, quien le apoyó con el tratamiento.
Después de platicar con el menor la especialista le dio un diagnostico positivo, pues el cual el grado de corrupción no fue mayor, el niño reaccionó bien a la figura de autoridad, además que fue poco el tiempo que estuvo expuesto a estas personas, aunque si hubo afectaciones emocionales que deberían de ser tratadas a través de la terapia.