En punto del mediodía, el presidente Enrique Peña Nieto caminó desde su oficina en Palacio Nacional hasta el patio Mariano del recinto. Era su última entrega de un informe de actividades frente al Poder Ejecutivo Federal.
Convertido en un presidente 3.0, Peña Nieto ofreció un discurso que se combinaba con videos explicativos de su administración, los logros obtenidos y también los pendientes que, reconoció, dejará su administración, principalmente en materia de seguridad.
Pocas veces fue interrumpido por las ovaciones que antaño no lo dejaban avanzar en su mensaje. La mayor ovación fue para las Fuerzas Armadas y solicitado por el propio mandatario, quien reconoció su esfuerzo y entrega para mantener la paz social, además de cubrir la seguridad que no pudieron ofrecer las policías estatales y locales.
El discurso estuvo dividido en cinco grandes temas: México en Paz, México Incluyente, México con Educación de Calidad, México Próspero y México con Responsabilidad Global.
El primero de los temas fue el más doloroso, porque tuvo que reconocer que, aunque se detuvo a 110 de los 122 objetivos prioritarios, “no todos los rincones del país viven seguros”, tampoco dijo cuáles sí gozan de paz y tranquilidad.
México incluyente, donde 2.2 millones de personas salieron de la pobreza extrema y en una década se habrá erradicado. Destacó la labor de las mujeres y su participación en la vida política del país, aun cuando sólo cuatro forman parte de su gabinete y ninguna mujer estuvo sentada a la siniestra del presidente, lugar que ocuparon los gobernadores, todos ellos varones.
Seis lugares quedaron vacíos, del otro lado, a la derecha del mandatario su gabinete en pleno, al frente, su familia en un lugar privilegiado, atrás, los más de 600 invitados, miembros de la clase política. Ahí estuvieron los presidentes de Morena, Yeidckol Polevnsky; del Partido del Trabajo, Alberto Anaya; del PRD, Manuel Granados, y del PRI, Claudia Ruiz Massieu.
La nueva clase política
Son nuevos tiempos. El presidente fue flanqueado por los líderes de la Cámara de Diputados, Porfirio Muñoz Ledo, y del Senado, Martí Batres, quien por cierto nunca aplaudió, porque acudió sólo con la representación institucional del Congreso, pero “tiene opiniones muy diferentes sobre los resultados y rumbo que debe tener el país”.
Junto a Muñoz Ledo, el secretario de Gobernación, Alfonso Navarrete Prida, y al lado de Batres, el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Luis María Aguilar.
Un discurso de aproximadamente una hora y diez minutos, que se convirtieron en dos horas con los videos proyectados. Al final, con la voz quebrada, Peña Nieto agradeció a su familia, su esposa y seis hijos, a su madre y hermanos, a su familia política y a todos los funcionarios que le acompañaron estos seis años.
Peña Nieto entregó un país con estabilidad económica y paz social, convertido en destino turístico y de inversiones, inserto en un mundo globalizado, lo que venga, será responsabilidad del nuevo gobierno, al cual, por cierto, también reconoció su triunfo inobjetable en las urnas y su disposición para llevar la transición en paz y sin sobresaltos.
No es el adiós, pero sí un adelanto. Ya no tendrá otra oportunidad de despedirse, aunque indica que trabajará hasta el último día; se va tranquilo, dice, porque cumplió en 97 por ciento su palabra empeñada en 226 compromisos asumidos ante notario.
Con la satisfacción del deber cumplido, dice, aunque las encuestas lo ubican como el mandatario con más baja aceptación popular en la historia de nuestro país.
Respaldo
A través de redes sociales, la presidenta del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Claudia Ruiz Massieu, expresó su respaldo irrestricto al presidente Enrique Peña Nieto en su último informe de gestión, al asegurar que su administración “fue valiente, eficaz, visionaria y comprometida con el futuro de los mexicanos”.