Parece una aseveración cruda e irreal, pero es una condición a la que hemos condenado a muchos de nuestros compatriotas por esa maldita falta de oportunidades que nunca analizamos a conciencia para resolverla, y evitar que permanezcamos en la lista de países con mayor índice de expulsiones de connacionales por la falta de oportunidades. Y no es que tengamos que aceptar que México es un país carente de oportunidades, simplemente es que nunca nos detenemos a analizar en dónde está esa disfunción generadora de menos oportunidades de las que requieren nuestros hombres y mujeres.
El problema es que por no haber cumplido la mayoría de edad, esos niños que deben migrar como componentes de una familia, muchas veces se vuelven invisibles y no aparecen en las cifras.
Pero también hay ocasiones en que la sociedad en que vivimos, –donde nos formamos, en la que nos desarrollamos, y de la que somos parte importante– le otorga muy poco valor a quienes por una desgracia pierden la vida, ese todo por el que los humanos luchamos a brazo partido y que en un abrir y cerrar de ojos se apaga.
El problema es que cuando eso ocurre simplemente nos contentamos con discurrir acerca del suceso y regresamos a nuestra cotidianidad sin atisbo de piedad o lástima por los demás. Y eso se produce porque nos mantenemos ausentes de lo que nos rodea, de aquellos que sufren y padecen las consecuencias de la pobreza y que los obliga a salir de sus lugares de origen para aventurarse a lo desconocido y que, a veces, el precio que se paga es caro, en ocasiones demasiado caro.
Pero también es prudente señalar que quienes de una u otra forma tenemos la fortuna de vivir o sobrevivir, en ocasiones nos alejamos de los padecimientos de los menos favorecidos porque vivimos ensimismados en nuestro pequeño mundo de logros y ambiciones; y debo decir, acerca de la niña migrante, que veo mucha indiferencia de nosotros, y en ese contexto los gringos han sido más reactivos y el gobierno mexicano ni sus luces, quizá porque ya les urge irse.
Y falta lo peor aún, porque ya observamos que a Andrés Manuel López Obrador tampoco le interesa el tema migratorio; y si alguien muere, al parecer tampoco le importa, porque solamente son cifras frías, y lo aborda a conveniencia y a modo en sus recurrentes peroratas. Y quizá no se quiera meter en ese tipo de asuntos que aunque son de interés nacional; porque debo decir que me extraña que ni siquiera una nota diplomática de repudio hacia ese hecho tan lamentable haya surgido.
Pero hay algo peor todavía, porque es una niña separada de sus padres por el desalmado y carente de principios humanitarios gobierno de Donald Trump; y no se vale que nuestros gobernantes y representantes populares prefieran permanecer impasibles antes de provocar un acto de animadversión con el gobierno norteamericano; no vaya a ser que les nieguen la visa por si tienen que salir corriendo del país, si Andrés Manuel López Obrador los quiere meter a la cárcel. Al tiempo.