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Por: Paul Ospital
Edificar el régimen democrático es, sin duda, una de las tareas a las que partidos políticos tienen que estar más comprometidos; éstos no solamente deben garantizar perfiles que puedan abordar y hacer frente a los retos que exige una democracia deliberativa como la de nuestro país, sino además individuos que actúen en concordancia con dichos ideales, pues como lo menciona el politólogo Mark E. Warren, “las instituciones deben ser portadoras de un ethos que asegure que ese encargo sea digno de la confianza del pueblo”.
Las elecciones del próximo 1 de julio de 2018 representan el reto más grande en el que los partidos políticos hayan tenido la oportunidad de participar, por dos razones; en primer lugar por el nivel de abstencionismo que actualmente enfrenta México y, en segundo, por el número de candidaturas que participan y deben convencer a los electores a través de propuestas, pero también de sus prácticas.
Por lo anterior, es importante darnos cuenta que perfiles como el de Ricardo Anaya, que hacen uso de la función pública para el beneficio privado, merman y afectan la percepción de la democracia, generan grandes costos para el país y contribuyen al desencanto de la población, ante las dos caras que representa un político corrupto.
La denuncia presentada por la organización Consenso Ciudadano por el enriquecimiento ilícito de Ricardo Anaya, a través de negocios inmobiliarios, su carrera con base en traiciones (Francisco Garrido Patrón, Felipe Calderón y Gustavo Madero) y sus múltiples destellos de intolerancia, han dado como resultado que incluso los mismos militantes panistas denunciaran, en las pasadas “elecciones” internas de su partido, el doble rostro del precandidato presidencial, por medio de frases como “no a la imposición” o anularan su voto.
Por ello, no es de sorprender que la próxima elección presidencial sea un reflejo de dicha “elección” y los votantes denuncien a quien ha mancillado los ideales de Gómez Morín.
El rostro de quien ostente la Presidencia de la República en las próximas elecciones será de aquel que esté a la altura de las aspiraciones de la ciudadanía, que con propuestas concretas pueda hacer frente a los desafíos del país, pero, sobre todo, que le devuelva un semblante honesto a la política; ese no es Ricardo Anaya.