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POR: ANTONIO NAVALON
Cada vez que leo una nota sobre México en la prensa internacional me pongo a temblar.
Y es que, con razón o sin ella, se ha puesto de moda no sólo sacar lo peor de cada país, sino también dar una visión que por una parte nos critica y, por otra, nos enseña que algunos de los principales mitos en los que solemos creer están fuera de cuadro.
Ahora le toca el turno al nuevo aeropuerto de Texcoco. Porque desde que empezó el macro proyecto, desde que aseguraron que en el 2020 llegaría a ser la gran obra, el gran legado de Peña Nieto; siguen apareciendo datos que nos hacen temer por el que ya una vez fue un proyecto imposible a golpe de machete en la era de Fox.
Hoy en día los mexicanos seguimos utilizando esa broma llamada Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, lo que nos queda de una pésima terminal 2 y una estructura de pistas claramente insuficientes que no sólo multiplica los peligros, sino que retrasa los niveles de desarrollo que el país debe tener.
Creo en la necesidad de construir un nuevo aeropuerto, y creo que es clave que eso se haga y se haga cuanto antes.
Pero lo que me preocupa mucho no sólo es el hecho de que con ese proyecto alguien se hará infinitamente rico, sino saber realmente si el sitio donde se construirá está bien elegido, o si nos dejarán bajo un enorme riesgo de sufrir un hundimiento que termine en desgracia ante la inviabilidad del terreno por el agua que ahí se concentraba.
Todo el mundo debería saber qué era el lago de Texcoco, para qué lo usaban los aztecas, y qué importancia tenía el sistema de captación del agua de lluvia y el gran sistema de drenaje inventado por los creadores de Tenochtitlán.
Porque ahora cada determinado tiempo tenemos informes que hablan de lo peligroso, caro e inadecuado que resulta ese terreno para la construcción del nuevo aeropuerto.
Y en ese sentido, considero que sería buena idea –si es que aún no lo han hecho, y si ya lo hicieron pido perdón por mi ignorancia– que el gobierno convocara a unos expertos nacionales e internacionales para fijar no sólo un proyecto urbanístico como lo hizo el arquitecto Norman Foster, sino para conocer la verdadera viabilidad, los riesgos, las ventajas y los inconvenientes de seguir construyendo el nuevo aeropuerto en el terreno de lo que un día fue el lago de Texcoco.
Porque esa obra no sólo será la puerta de México al mundo, también significará la viabilidad o inviabilidad del futuro inmediato del país y necesitamos tener garantías de que ese proyecto no muera ahogado en la ignorancia, en la corrupción o en la improvisación de una clase que ha demostrado más su instinto suicida que codicioso, y eso ya es mucho decir.
@antonio_navalon