Desde la creación del Partido Nacional Revolucionario en 1929, hoy Partido Revolucionario Institucional (PRI), 10 años después el Partido Acción Nacional (PAN) en 1939, hasta la fecha han asumido la Jefatura de Estado 15 priistas y 2 panistas y aunque han existido y existen otros partidos, ninguno con 89 y 79 años respectivamente.
Transcurrieron 50 años para que priistas inconformes con el “dedazo” en la elección presidencial de 1988, renunciaran a su militancia y se fusionaran con la casi inexistente izquierda mexicana, fundando el Partido de la Revolución Democrática (PRD), prevaleciendo desde 1989 a la fecha (29 años) y aunque han postulado en múltiples ocasiones a 2 candidatos a la Presidencia de la República cuyo origen es priista, no han alcanzado la titularidad del Poder Ejecutivo Federal.
Las y los mexicanos vivimos en un Sistema Político sin democracia, ya que las imposiciones y auto imposiciones al interior de los partidos dio origen a la denomino “partidocracia o grupocracia” en donde solamente personas en las cúpulas de los partidos hacen negociaciones a placer para decidir el futuro de sus fieles militancias, repartiéndose candidaturas y conducir “a modo” a la Nación.
Los cacicazgos de los partidos políticos encontraron la fórmula perfecta para ganar posiciones, aun perdiendo elecciones, creando los inútiles plurinominales (militantes que no requieren ningún voto para ocupar un puesto de elección popular), mediante acuerdos que permiten tener a sus amigos, compadres o compromisos en las regidurías de casi 2500 municipios, en las 32 legislaturas locales, en el Congreso de la Unión o como titulares de los poderes ejecutivos estatales o Federal.
Hoy la degeneración de la antidemocracia mexicana involuciona para convertirse en una monarquía partidista, ya que, en las gubernaturas, senadurías, diputaciones, presidencias municipales es común ver al hijo, esposa, hermano o pariente, quienes heredan puestos políticos, cuyo mérito es el parentesco por consanguinidad o afinidad y su experiencia se limita al aprendizaje del abuso del poder, el enriquecimiento ilícito, el ascenso político y económico mediante la corrupción e impunidad de la que son producto.
Nuestro hermoso México necesita que quienes lo habitamos y amamos, nos organicemos, participemos y produzcamos con disciplina, educación, honestidad, estrategia y valentía una sociedad con valores, humanista y solidaria que sostenga una lucha permanente por los derechos humanos, principalmente los de la niñez, ya que son la única esperanza para eliminar la corrupción y la maldita herencia política.