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Sin lugar a dudas, los presuntos miembros del gabinete presidencial que entrará en funciones el primero de diciembre de este año, comenzaron a mostrar profundos desacuerdos en torno a temas, como la relación bilateral con Estados Unidos (EU), el combate al crimen organizado y el modelo de seguridad que se implementará a partir del primero de diciembre próximo, y la forma en que será modificada la mal llamada Reforma Educativa, evitando que los planes de estudio se conviertan en letra muerta ante la posibilidad de la universalidad de la educación.
No es un problema nuevo en la conformación de los gabinetes de trabajo de quienes acceden por primera vez al primer círculo presidencial; pero las diferencias entre quienes protagonizarán la toma de decisiones en los siguientes seis años, evidencia una posible descomposición temprana entre los hombres y mujeres que serán importantes para definir el rumbo del país y, sobre todo, para encabezar ese cambio que tantas veces nos anticipó Andrés Manuel López Obrador.
Y qué bueno que las cosas están ocurriendo en esta etapa de formación y conformación de grupos de trabajo y de proyectos de corto, mediano y largo alcance. Las desavenencias entre los miembros principales de un gabinete presidencial son normales, y lo propio es intentar restablecer la cordialidad como elemento principal de la gobernanza y la gobernabilidad futura.
Nada que no se pueda reorientar o, en su defecto, superar con una buena dosis de negociación y de aclaraciones.
Pero hay que señalar que es muy temprano para que ese tipo de fisuras salgan a la luz pública, porque hay asuntos de Estado que no se pueden ventilar sin que haya consecuencias internas, y eso evidencia que las cosas pierden cohesión ante una posible competencia desleal para mostrar y demostrar quién goza de los mejores favores del presidente electo. Qué bueno que ocurre ahora, y no cuando medien decisiones de Estado que afecten a los mexicanos.
El problema es que los servicios de inteligencia de EU han detectado desacuerdos y desencuentros entre Olga Sánchez Cordero, presunta titular de la Secretaría de Gobernación, y Alfonso Durazo, quien se hará cargo de la Seguridad Pública, al grado de que hasta ahora ha sido la exministra la que ha participado en las pláticas sobre el tema de seguridad con Alfonso Navarrete Prida, lo cual genera fricción por la desorganización de Alfonso Durazo.
Aún cuando este tipo de desacuerdos resultan normales en un gabinete bisoño, esta muestra de sus primeros desencuentros pudieran obligar al presidente electo a tomar partido; pero lo más grave es que se aproxima la importante reunión que tendrán con los titulares de la Defensa Nacional y Marina Armada de México, quienes hasta ahora son los elementos principales que sostienen la lucha contra el crimen organizado y conocen profundamente los temas a discutir.
A ver de qué cuero salen más correas. Al tiempo.