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Doce años siendo un peligro para México es demasiado tiempo. Me acuerdo muy bien de aquel vértigo del año 2005.
Me acuerdo de Vicente Fox pidiéndole a su secretario de Defensa que en caso de protestas en las calles, los soldados estuvieran dispuestos para controlar la situación. Y recuerdo muy bien a un Clemente Vega con inclinaciones filosóficas contestándole: el Ejército se mantendrá neutral señor Presidente.
Me acuerdo muy bien de “Primero los pobres”, aunque siguen siendo los últimos en la lista de las preferencias sociales.
Me acuerdo muy bien de un hombre que sobre todas las cosas ponía a trabajar a los periodistas a las seis de la mañana y a los miembros de su Gobierno a las cinco y media. Me acuerdo muy bien del dedito que delineaba la agenda política de México. Y me acuerdo muy bien del grito estremecido de los líderes de la economía, de la política y de los medios de comunicación en torno al peligro que significaba Andrés Manuel López Obrador.
Pero ya han pasado 12 años y han pasado muchas cosas en el mundo. Y ahora me niego a creer que después de inventarse Internet y después de la llegada de YouTube, Instagram, Facebook y Twitter, un hombre siga representando el mismo peligro para nuestro país.
Nadie pregunta cuál ha sido su evolución, en qué cambió o qué ofrece de nuevo. Sabemos que es honrado, aunque la honradez como me enseñó mi amigo y maestro Carlos Monsiváis, no sólo es un problema de precio, sino que hay gente que nunca se vendió porque nadie la quiso comprar.
Pero además de eso, ¿por qué ese hombre le asusta tanto a los presidentes y a los poderosos como para emprender una lucha en su contra y convertirla en una razón de vivir?
No me gustan los miedos, no me gusta tener miedo. Y en lo personal seguiré salvaguardando mi derecho al voto y al error que defenderé hasta el último aliento.
Y es que, suficiente tenemos con las sombras de la corrupción y con las sombras que nos definen como un pueblo con el pecado original de la deshonestidad de nuestros dirigentes, como para vivir temiéndole a una situación que por muy terrible que sea, no resulta tan aterradora como esta mediocridad que nos obliga a vivir en el miedo.
Somos una sociedad con demasiados problemas como para tener miedos abstractos. Y en ese sentido, López Obrador podría fracasar en su rumbo al 2018 porque sus propuestas no son buenas, pero lo que no puede ser es que su campaña la impulse el miedo y al mismo tiempo sean los miedos los que le impidan ganar las elecciones.
Twitter @antonio_navalon