En la historia de México han existido muchos momentos de grandes binomios que formaron las bases esenciales del desarrollo de nuestro país.
Por ejemplo, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles. Como ellos hemos tenido otros casos semejantes que han evidenciado que a pesar de que la silla del águila y la banda presidencial son unipersonales, hay momentos en los que la historia, la empatía, la fidelidad o tener un proyecto en común, crean la ilusión de que el poder es compartido.
Sin embargo, el poder siempre ha sido solitario y nunca le debe nada a nadie.
Ahora, con lo que pasó ayer, midiéndole el agua a los camotes tras el “destape” que hizo Luis Videgaray de José Antonio Meade, hay que hacerse varias preguntas.
La primera, ¿acaso existe discrepancia entre la visión del presidente y la del secretario de Relaciones Exteriores sobre cómo debe ser el futuro, y ahora le da un empujoncito manifestando su opinión, la misma que en muchas ocasiones ha resultado más importante que la del propio Peña?
La segunda, ¿el canciller está haciendo uno de los últimos sacrificios por el presidente para este sexenio, al afrontar la responsabilidad de la definición del liderazgo y las consecuencias que eso pudiera traer consigo en el futuro del secretario Meade ante amigos y enemigos?
Y la tercera, ¿el presidente tomó la decisión de darle un último reconocimiento a su cercano y leal colaborador Videgaray y permitirle que destape a su elegido?
Porque lo de ayer fue un destape, lo que no sé es de quién, ni para qué.
Puede ser el de Meade para la presidencia, como casi todos lo esperan. Pero también puede ser el destape de medir las consecuencias de esas declaraciones sobre los otros candidatos y sobre el conjunto de la clase política.
Naturalmente habrá más de uno que aplicará el viejo dicho de “no me ayudes compadre”.
Pero hay otro hecho que computar, porque ese destape tan cerrado de una de las figuras más importantes pero controversiales del momento, coloca al posible candidato secretario en una lista de enfrentamientos, por ejemplo, en lo que eso significa para otros posibles candidatos, especialmente para el secretario de Gobernación, y lo que significa el juego rudo en el que súbitamente se ha planteado con tanta crudeza la designación del candidato.
Pero usted tome nota, porque la declaración del día de ayer de Videgaray sobre Meade es mucho más que una valoración personal y que un reconocimiento en el que seguramente muchos mexicanos coincidimos; porque es sobre todo un salto cualitativo y una nueva era política en los puntos finales de un periodo que pasará a la historia como un sexenio singular, y el resto de los calificativos que los ponga el pueblo de México con los resultados que se den.
@antonio_navalon