En las postrimerías del sexenio tal parece que la Procuraduría General de la República le cedió los trastos al gobierno de Estados Unidos para que, desde allá se arme el nuevo mapa del tráfico de drogas en México. El día en que Dámaso López Núñez, alias “El Lic”, fue entregado para ser juzgado en la Corte Federal de Virginia por asociación delictuosa y contra la salud (introducción de drogas a EU), aquí se ordenó a jueces que siguen procesos contra Dámaso, suspenderlos “a efecto de no violentar garantías procesales” y poder reanudarlos una vez que el país vecino defina la situación jurídica de este mexicano que suponía –porque así se lo prometió el capo– iba a suceder a Joaquín “El Chapo” Guzmán Loera en el liderazgo del Cártel de Sinaloa.
Lo que Dámaso revele ante los estadounidenses será oro molido y, por fuerza, cambiará la geografía, las rutas, las disputas dentro del grupo Sinaloa, quizás una nueva etapa de persecución del líder histórico del cártel, Ismael “El Mayo” Zambada García, el cual ha consolidado su poder y no ha cedido parte del mando a los hijos de “El Chapo”. Afectará al Cártel Jalisco Nueva Generación, que ya se había unido a esta fracción de Sinaloa en Los Cabos, Nayarit, Jalisco, Colima y Estado de México.
Dámaso López, expolicía, exfuncionario de vigilancia en cárceles de máxima seguridad y compadre de “El Chapo” Guzmán, a quien le facilitó la primera espectacular fuga del penal de Puente Grande, Jalisco, en enero de 2001, se incorporó al Cártel de Sinaloa.
Junto con su hijo del mismo nombre, alias “El Mini Lic”, quien se entregó mediante un pacto a la agencia antidrogas estadounidense, la DEA, manejaban buena parte de las finanzas de una organización traficante con presencia global, activa en más de medio centenar de países del mundo. También tenían los resortes de los hombres armados del cártel, un sicariato que ellos mismos solían presumir con unos 30 mil sujetos dotados del armamento más sofisticado.
La captura de Dámaso padre ocurrió en la ciudad de México hace más de un año. La entrega de su hijo se dió unos días después. Entre ambos puede desmenuzar el modus operandi del grupo de traficantes más importante de México y América, pero inclusive uno de los tres más poderosos del orbe.
A cambio de esta colaboración es posible cambiarles el nombre y documentos que respondan a la nueva identidad, mantenerlos ocultos en cárceles inexpugnables para un eventual atentado, recibir protección día y noche junto con sus familias, incautación de millones de dólares pero dejando que continúen con respetables fortunas y propiedades en el futuro. Podrá ocurrir con los dos Dámaso López lo que ya se experimentó con los hermanos mellizos Pedro y Margarito Flores, de origen mexicano pero nacidos en Chicago, también excolaboradores del propio “Chapo” y de el hijo de “El Mayo”, Vicente Zambada Niebla “El Vicentillo”, a quienes mantuvo ocultos durante más de 8 años el gobierno de Estados Unidos, una vez que se entregaron, se les incautaron unos 2 mil millones de dólares y se convirtieron en los más valiosos testigos delatores del narco bajo protección. Ellos fueron condenados a solamente 14 años de prisión, gracias a sus prolijos informes sobre el tráfico de Sinaloa en rutas estadounidenses.
Llama la atención que la PGR hable de colaboración bilateral “sin precedentes”, de parteaguas para hundir a Guzmán Loera, preso en Nueva York, y desmantelar al todavía principal grupo narcotraficante de México.