Ganar o conservar el poder político implica una buena dosis de astucia, creatividad e inteligencia, no solo para obtener los votos que se requieren, sino también para construir mayorías, pero, sobre todo, para derrotar a los adversarios.
Las campañas negativas, cuyo objetivo central es vencer a los opositores, se han convertido en prácticas privilegiadas de los partidos y candidatos que disputan un cargo de elección popular, a pesar de las restricciones normativas, como mencionaba en mi publicación anterior, y como lo menciona el artículo 6º. Constitucional de nuestra Carta Magna: “La manifestación de las ideas no será objeto de ninguna inquisición judicial o administrativa, sino en el caso de que ataque a la moral, los derechos de terceros, provoque algún delito o perturbe el orden público”.
Hasta aquí entendemos que existe una libertad de expresión, de lo que pienso, en lo que estoy a favor y de lo que estoy en contra, pero de eso a atacar a la moral y los derechos de terceros, existe una gran diferencia. La guerra sucia siempre implica meterse con la vida privada, la moral o hasta con la familia de los candidatos, que muchas veces, no están cerca de la vida política siendo independientes de tomar sus decisiones libremente.
Otro aspecto a considerar es lo mencionado en el artículo 7º de la Constitución Federal, donde menciona que es inviolable la libertad de escribir y publicar escritos sobre cualquier materia, sin embargo, se debe evitar caer en los llamados delitos de honor (difamación, calumnia e injuria). Este tipo de campañas o guerra sucia, se centran en hablar del adversario, generalmente en contra, en lugar de hablar sobre las fortalezas o propuestas propias.
Y es aquí donde entra la participación ciudadana en dos sentidos: en evitar la guerra sucia investigando a sus candidatos, dando seguimiento a la campaña, leyendo sus propuestas, indagando que tan viables y realistas pueden ser, por mencionar algo. O bien, fomentando la guerra sucia al difundir la información que no está sustentada, y alentando el ataque y la denostación de los adversarios, lo cual llega a generar miedo para evitar que los contrarios sean elegidos.
No es raro escuchar a los candidatos y partidos quejarse de que hay guerra sucia contra ellos, sin embargo, ellos mismos arman campañas desinformativas contra sus adversarios.
Como ciudadanos ¿qué podemos hacer?, observar, escuchar, investigar, pero, sobre todo, evitar a toda costa compartir videos, noticias o información que no tenga la certeza de ser válida, o real para evitar caer en delitos de honor, ciberacoso y ser soldados mal pagados de esta guerra sucia.