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Muchos son los corruptos que tiene este país, principalmente aquellos que se dedican al ejercicio político o a las funciones de gobierno.
Pero también los empresarios cercanos a los principales actores políticos de este país, porque para que exista corrupción tiene que haber dos componentes: el que corrompe y el que se corrompe. Mientras los ciudadanos reconocemos que tenemos gobiernos corruptos en casi todas las latitudes del país, y que ha sido un problema del cual no nos hemos librado nunca, a nuestros políticos pareciera importarles muy poco.
Los políticos de todos los partidos se asumen frente a la opinión pública como limpios y puros, y lanzan culpas a los de enfrente. Eso habla del nivel de cinismo en que hemos caído como sociedad, porque muchos les creen de acuerdo a la simpatía que tengan por alguna fuerza política. Me atrevo a decir que nadie se salva, que no existe un solo ejemplar que pueda llamarse honesto, porque con sólo colocarse en la defensa de sus correligionarios partidistas, se igualan en la vocación corrupta de los demás.
Marko Cortés, coordinador del PAN en la Cámara de Diputados, provoca nauseas cada vez que sale a referenciar la basura que existe en los demás partidos, porque el suyo también cuenta con un negro historial. Y no es que tenga especial predilección por señalar al señor Cortés como un claro ejemplo de la corrupción, ya que nuestra lamentable realidad indica que por desgracia todas las expresiones políticas, y aun aquellos que se dicen independientes, de una u otra forma han estado ligados a la corrupción.
Independientemente de los dichos del señor Cortés, y de la disposición discrecional de los recursos públicos de su bancada, no sé si la memoria le dé para recordar que Vicente Fox Quesada desapareció más de doscientos sesenta mil millones de dólares de excedentes petroleros, y si quiere ahondar más, basta con que busque los debates acerca de la cuenta pública del año 2002 que nunca fue autorizada a causa de las innumerables inconsistencias que se encontraron.
No podemos cerrar los ojos, hasta ahora muy pocos son los elementos dedicados al ejercicio público, en cargos de dirección, que no hayan incurrido en un acto de corrupción. Una encuesta señala que 97 por ciento de los funcionarios de alto rango han cometido actos de corrupción, y eso es muy grave. Para decirlo más claro, hasta ahora estamos muy bien situados en la competencia por el país más corrupto del mundo, y de seguir así, alcanzaremos, sin duda alguna, el primer lugar.
No se trata tan solo de Marko Cortes acusando a Javier Duarte de Ochoa, son todos los que entran a la política buscando poder y riqueza fácil. El señor Duarte merece pasar muchos años en la cárcel, pero ¿qué hay de aquellos como Guillermo Anaya que antes que buscar una gubernatura debiera tener que responder ante la justicia por ser miembro del crimen organizado que durante el “calderonato” controló los casinos en la mayor parte del país. ¿O solamente se trata de ver las pulgas en la burra del de enfrente? Al tiempo.