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Vladimir Galeana
Lo primero que me gustaría señalar es que por mi condición social, y por la naturaleza de los principios de mi padre, siempre estudié en escuelas públicas, y me vanaglorio de ello. Creo que los mejores resultados los obtuve en la escuela primaria porque mi madre me enseñó a leer a edad temprana, y eso generó que pudiera entrar a la escuela primaria con tan sólo cuatro años y medio. Y también quiero señalar que los mejores maestros que tuve fueron en esa etapa.
Claro está que sin demeritar el trabajo de aquellos que lograron hacerme una persona de bien por los conocimientos que sembraron en mí y por el esfuerzo para que lograra comprenderlos, porque aparte de ser maestros eran seres humanos intachables que habían egresado de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, ubicada en el paraje de Ayotzinapa del Municipio de Tixtla. Por desgracia, al paso del tiempo se convirtió en guarida de maleantes y delincuentes.
Al igual que aquellos con los compartí aulas en la Facultad de Leyes de la Universidad Nacional Autónoma de México hace 40 años, y los que me acompañaron en el proceso de titulación en la Escuela de Periodismo Carlos Septién, mucho trabajo me costó terminar estudios y adquirir un título profesional.
Y me he comprometido conmigo mismo a ser un buen hijo, un buen padre, buen amigo, buen profesional y un buen mexicano. Y todos los días me preparo porque también es una gran responsabilidad.
Si alguna vez me quemé las pestañas fue para alcanzar un modo honesto de vivir, y para que los míos se sintieran orgullosos. Ese es el tesoro más valioso que tengo: mis blasones académicos. Y hasta ahora nadie ha puesto en duda mi trayectoria profesional en los medios de comunicación y nunca nadie ha podido señalarme por haber participado en un acto indebido. Siempre he sido recto porque lo aprendí en mi cuna familiar, y honesto porque soy egresado de la máxima casa de estudios.
Ángel García Yáñez, es un ocurrente diputado de Nueva Alianza, pero lo ocurrente no le quita ese dejo de imbecilidad con la que anunció un iniciativa para establecer una renovación de la cédula profesional cada seis años. No sé si al diputado Yáñez solamente le haya alcanzado el seso para eso, porque estoy seguro que para proponer estupideces se graduó con honores. Y encarrerado también, propuso que quienes no acudan a la certificación referida estarán impedidos para seguir ejerciendo su carrera.
Para tener autoridad moral y señalar fallas u ocurrencias respecto de la condición de los que somos profesionales porque alcanzamos un título profesional, se requiere haber cursado estudios superiores y haber pasado por muchas cosas, incluso privaciones, con tal de alcanzar el profesionalismo, entendido éste como la forma de ejercer una profesión. Y creo que cualquiera que lo haya hecho se debe sentir orgulloso, pero siempre hay estúpidos e idiotas que todo lo quieren echar a perder, y el diputado Ángel García Yáñez es uno de ellos. Al tiempo.