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Por: Vladimir Galeana
Tan encontrados están los ánimos del país, que ahora los asuntos nimios también están pasando por el debate ciudadano, lo que quiere decir que los políticos, los partidos políticos, los grupos políticos y las camarillas políticas han producido un brutal hartazgo que ahora que las organizaciones de la sociedad civil comienzan a movilizase para exigir participación en los procedimientos para transparentar y limpiar de intereses partidistas el nombramiento de quien debe encargarse del cumplimiento de la ley.
Ya no es un asunto de índole exclusivamente de gobernantes, líderes y partidos políticos, es un asunto de ciudadanos y su exigencia de que se transparenten las cosas y dejen de hacerse protegiendo intereses políticos, económicos y de grupos que se mueven en las entrañas del poder. El “Ya Basta” comenzó a sonar fuerte cuando la mendicidad de nuestros representantes populares y gobernantes llegó al hastío popular a causa de ese empecinamiento por entregar y adquirir cuotas políticas cuando de proteger intereses ciudadanos se trata.
Al dirigente del Partido Acción Nacional, Ricardo Anaya, poco le importó romper con las estructuras de su partido con tal de mantener vivas sus aspiraciones de contender por la Presidencia de la República, pero ahora paga los costos de la soberbia generando una división de la fracción parlamentaria blanquiazul en el Senado a causa de su infinita soberbia y las ansias totalitarias mostradas y demostradas a lo largo de su trayectoria partidista.
Aspirar al máximo cargo en el país es un derecho de todos los mexicanos, pero pretender dictatorialmente que todos los representantes populares de su partido se sujeten a sus designios resulta deplorable.
Qué bueno que aspire, está en todo su derecho, pero que utilice el encargo de dirigente nacional para ello, y que también direccione todos los recursos públicos que recibe el instituto político que preside en su beneficio personal, resulta detestable.
Pretender imponer la agenda en torno a la designación para el traslado del cargo de procurador a fiscal general de la República, habla de una infinita soberbia, sobre todo cuando los grupos parlamentarios han buscado y encontrado caminos para no provocar una parálisis legislativa que termine por ahogar los esfuerzos de la transformación administrativa del órgano encargado de la persecución de los delitos.
Y sobre todo cuando los incrementos delincuenciales así lo exigen.
Qué bueno que la sociedad esté reaccionando ante la carencia de probidad de nuestros dirigentes partidistas, políticos y legislativos. Ya lo había advertido Manlio Fabio Beltrones, el hastío ciudadano se hace presente no tan sólo en el discurso, también en la movilización, y lo deseable es que se incremente para que la mendicidad de nuestros políticos deje de ser la constante en el desastroso manejo de los asuntos públicos. Si los ciudadanos entendemos que primero somos nosotros, los políticos tendrán que asumirlo. Al tiempo.