Sin lugar a dudas a este país le hace mucha falta debatir los temas más controversiales de nuestra cotidianidad; pero también aquellos que se refieren a las decisiones que se toman desde las altas esferas gubernamentales y que afectan la vida de amplios sectores sociales. Pero también muy sano sería que los mexicanos aprendiéramos a discutir las propuestas de los gobernantes, porque la mayoría de ellas no pasan de ser simples ocurrencias de momento, y las secuelas resultan lesivas y dañinas en la mayoría de las ocasiones.
Desconozco hasta qué punto tengamos que comenzar a aquilatar cada una de las propuestas que ha vertido el presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, porque muchas de ellas resultan descabelladas y poco tienen de innovadoras, aunque pretendan, con sus campañas mediáticas, hacernos entender que son más necesarias que justas, y que las tendremos que apoyar simplemente porque ahora tendremos una nueva forma de gobernar. Eso no significa que hayamos entregado una patente para convertir nuestro sistema legal en una lista de ocurrencias.
Pero también hay que enfatizar que ser distinto no significa perdón y olvido, y eso lo tendrían que valorar quienes han sido afectados por las actividades del crimen organizado; porque resulta muy fácil hacer propuestas que en la mayor parte se antojan descabelladas, o adecuar nuevos tipos penales para beneficiar a quienes hasta ahora resultan delincuentes peligrosos. Pero tampoco se pueden tomar decisiones unilaterales simplemente porque se detenta el poder y una mayoría abrumadora en el sistema legislativo.
La elección presidencial fue un mecanismo para elegir a quien encabezará el esquema gubernativo del país, pero eso no significa que hayamos entregado una “patente de corso” y permitir que se realicen cambios de leyes sin mediar una consulta popular que avale la decisión de los congresistas. Alfonso Durazo, futuro secretario de Seguridad en el gabinete de Andrés Manuel López Obrador consideró que sería “más provechoso” para la sociedad indultar a delincuentes que castigarlos.
“El perdón es un proceso personalísimo que tiene que ver con La Paz interior de las personas, de las víctimas para sacar y seguir adelante con sus vidas, pero sin olvidar lo ocurrido y, sobre todo, con la certeza de que ese eventual perdón no se traducirá , jamás en un acto de impunidad por el Estado mexicano”. En lo personal, me parece que el juicio emitido por el señor Durazo resulta una contradicción, y más que justificar la propuesta del señor López Obrador la empantana y la convierte en controversial e inaceptable.
No sé si el señor Durazo o el señor López piensen que una madre estaría dispuesta a perdonar e indultar a un sicario que haya torturado, martirizado y despedazado a un hijo. No concibo cómo podrían convencer a alguien que hay que perdonar al sicario o los sicarios que después de torturar, para hacer sufrir a un ser humano, lo despedazan vivo para sembrar el terror en sus adversarios. Si esas descabelladas propuestas son la parte central de un proyecto de gobierno, ya podemos anticipar que el cambio será un paraíso para la delincuencia organizada. Así de simple. Al tiempo.