A casi un mes de haber ganado la elección presidencial del 1 de julio pasado, Andrés Manuel López Obrador podría estar poniendo en riesgo su prometida cuarta transformación en vista de que para realizarla está repartiendo cargos muy importantes entre diversas personas que en el pasado demostraron ser corruptos, ineficientes, autoritarios y hasta represores de la democracia.
El caso más evidente, por la notoriedad del personaje en cuestión, es el del Manuel Bartlett Díaz, de 82 años, quien a partir del 1 de diciembre entrante será el director general de la Comisión Federal de Electricidad sin que nada en su larga trayectoria indique que, fuera de accionar un apagador eléctrico, tenga los conocimientos técnicos o la experiencia práctica para realizar la tarea que le encomendará el próximo presidente de la República.
Lo peor del caso, fuera de que no reúne los requisitos para el cargo, es que durante los 44 años en que fue militante del PRI (1962 a 2006) se distinguió por ser un hombre autoritario y represor de la democracia. Fue un duro secretario de Gobernación en la administración de Miguel de la Madrid (1982-1988) y desde ahí se encargó de censurar a los medios de comunicación, reprimir a periodistas críticos del gobierno (se rumora que ordenó la muerte de algunos de ellos), y detener cualquier manifestación que buscara la apertura democrática en el país. En 1988 operó el fraude electoral que le arrebató a Cuauhtémoc Cárdenas la victoria en la elección presidencial de ese año y se la dio al impopular Carlos Salinas (él mismo lo confesó en una entrevista que en julio del año pasado dio al periódico defeño Reforma, donde por supuesto trató de echarle la culpa al propio Salinas, al PAN y a algunos seguidores de Cárdenas, olvidando que entonces él era el todopoderoso secretario de Gobernación y máxima autoridad electoral del país).
Por su participación en el fraude electoral del 88 Salinas lo recompensó haciéndolo su secretario de Educación Pública, primero, y luego gobernador de Puebla, estado donde nació de un padre tabasqueño y en el cual nunca radicó.
Bartlett no abandonó al PRI en 2006 porque de repente se diera cuenta de que la democracia era lo suyo. Se largó después de que en ese año su archienemigo Roberto Madrazo se quedara con la candidatura presidencial de ese partido.
Tan poco democrático es Bartlett que al irse del PRI se fue al PT, partido que siempre ha manifestado su admiración por el régimen despótico y criminal de la familia Kim, que desde 1948 gobierna a Corea del Norte.
¿Realmente cree Andrés Manuel que va a lograr una transformación positiva de México con individuos como Bartlett Díaz y otros que en este espacio estaré dando a conocer? Con individuos que representan lo peor del sistema político no habrá transformación para bien del país sino un verdadero retroceso