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Yo reconozco con humildad que no soy el hombre de la era digital, ni siquiera soy el hombre de la era analógica, soy el hombre de la era gerontológica.
Cuando empezamos a observar lo que estaba pasando con el fenómeno Trump inmediatamente pensé en todas las películas que se podrían hacer, donde nuestra realidad ya era muy parecida a un guión o a una novela escrita por John le Carré, lleno de suspenso y espionaje.
Y es que, casi siempre la realidad hace palidecer a cualquier situación imaginaria.
Aunque aún así era muy difícil suponer que íbamos a tener la suerte de presenciar una historia al estilo de Steven Spielberg al observar aquella escena en la que el director del FBI, James Comey con una cara que no alimenta ninguna esperanza de sobrevivir al habitante de la Casa Blanca– comparecía ante el Congreso e informaba a la nación que es muy probable que haya existido una injerencia rusa en las elecciones estadounidenses.
Esa situación fue todo un espectáculo para el cual ningún alto funcionario de Estados Unidos y ningún ser humano estábamos preparados.
Y ahora ya no es necesario imaginar cómo actúa Trump en los juegos de guerra, porque si no es capaz de respetar y nadie le enseñó que los EE.UU. funcionan con esa división de poderes, entonces ¿qué pasará cuando se enoje de verdad y arremeta contra el mundo dejando como un ser civilizado a Kim Jong-un, el mandatario de Corea del Norte?
Estamos viviendo un tiempo en el que una de dos, o todos nos precipitamos como las ballenas hacia las playas de nuestra extinción, o simplemente lo disfrutamos sabiendo que algo así nunca antes se había visto.
Pero no se preocupe mucho por lo que vendrá, porque la condición humana siempre es igual, y no hay nada que nos dé más temor que el miedo al vacío.
Ahora lo que se está produciendo no es la sustitución de un régimen democrático por un régimen autoritario, sino lo que estamos presenciando es la llegada del imperio del Internet y de las redes sociales, frente a la pesadez de los papeles, las actitudes, las investigaciones y todo eso con lo que hemos vivido los seres humanos.
Pero mientras Trump conquista el nirvana de las galaxias que cree merecerse, castiga a la humanidad por una parte cargando todos sus caprichos de rico al erario estadounidense y, por otra, condenándola al suicidio colectivo dando marcha atrás a la política medioambiental de Obama, abandonando así la lucha contra el cambio climático.
Trump lamenta todos los días vivir en un mundo tan atrasado que no tiene el honor que merece. Porque sin duda él no deja de creer que es el actual emperador de la guerra de las galaxias.