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Hace algunas semanas hablábamos sobre la herida que Ricardo Anaya había dejado en su campaña, familia y credibilidad, será difícil cerrarla, mientras no pueda comprobar de manera clara el incremento de su patrimonio.
Hoy esa herida se ha hecho más grande con las nuevas declaraciones del chofer de Manuel Barrerio, Luis Alberto López López, quien confesó que, por orden de su jefe, firmó algunos documentos, entre ellos, los que sirvieron para crear la empresa inmobiliaria Manhattan Master Plan Development que adquirió, por 54 millones de pesos, la nave industrial del candidato del frente.
Ya nos acostumbramos a, cada semana, escuchar sobre alguna nueva fechoría de Anaya; desde el plagio de las propuestas populistas de López, pasando por la forma tan descarada de copiar conferencias y Ted Talks de expertos, hasta las más recientes pruebas y testimonios de lavado de dinero y enriquecimiento inexplicable, lo que lo convierte en el primer candidato presidencial señalado por estos actos.
De esta manera, queda claro como el candidato del frente, ahora llamado en redes sociales “Frente Inmobiliario”, se valió de su posición como secretario particular del exgobernador de Querétaro, Francisco Garrido Patrón, para operar todo el proceso de corrupción, desde la enajenación de inmuebles antes de tener plusvalía, hasta su compra por medio de la empresa fantasma, Manhattan Master Plan Development.
Anaya pensaba que iba salir a librado de todas sus corruptelas y hoy este esquema de tráfico de influencias y lavado de dinero lo persigue. El cuento de la compra del inmueble por el ingeniero Juan Carlos Reyes quedó expuesto y las heridas, esas que lo pintan de cuerpo entero, se abren cada vez más.