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Por: Antonio Navalon
Hace 32 años el gran hito, el gran constructor de nuestro tiempo, el gran fenómeno que trajo consigo la pérdida de miles de vidas, estremeció la tierra de México después de otro terremoto descomunal que cimbró Oaxaca en 1931.
Somos un país esculpido por los sismos, tanto sociales como geofísicos. Y ahora, como bien escribió Liébano Sáenz en su columna semanal del diario Milenio: “podemos ser un mejor país que surja de entre los escombros y en medio de la concordia”.
Y espero que seamos un país mejor, pero en cualquier casotiene que ser distinto.
Ahora la réplica más importante no es la que ha perturbado a la sociedad para salir a las calles, sino aquella que significa la comprobación estadística del trabajo bien o mal hecho hasta este momento.
Y en ese contexto, es triste observar que el peor trabajo que se hizo fue en los lugares más pobres del país.
Pero por otra parte también hemos descubierto cosas positivas como el valor de la gente incrementado y reproducido en las nuevas generaciones que delinean los mejores rasgos de este pueblo.
Después está ese terrible espectáculo de ver quién da más en la subasta –nada generosa– de entregar los recursos de los partidos políticos para reconstruir el país.
Los partidos son los que instauran los gobiernos. Ellos son los responsables del estado de nuestra infraestructura, de nuestro sistema social y de la estabilidad de nuestros puentes, hospitales y carreteras.
Y no es que exija que lo den todo, sino que considero que deben aportar un poco más de su dinero y deben dar la seriedad de saber que a partir de aquí es imposible que todo siga igual.
En ese sentido, me parece que a la sociedad debemos mirarla y aprender la gran lección que nos ha dado estos días, y eso lo escribo sabiendo que en cualquier momento mi corazón se pondrá a galopar porque la alarma sísmica puede sonar.
Somos un país y un pueblo tan excepcional en tiempos de crisis, que no dejo de preguntarme ¿por qué no podemos trasladar esa capacidad a los tiempos de vida cotidiana?
Entre otras cosas para evitar que la corrupción y la impunidad generen más pobreza y malas construcciones que no sólo provocan más víctimas, sino que nos avergüenzan a la hora de ver que se pudieron hacer las cosas mucho mejor.
Aunque en esta ocasión es justo y necesario reconocer que muchas cosas se hicieron bien después de la experiencia del 85.
Y es que, aquello supuso la implosión interna de un partido, el que gobernaba, el que gobierna, el que articuló para bien y para mal la historia del moderno México: el PRI.
Ahora, esta implosión, esta réplica, tiene que trascender a un partido y tiene que significar un cambio de liderazgos y de moralidad republicana, novedosa y total.
@antonio_navalon