Desde 1970 todo candidato presidencial del PRI ha encarado un momento de gran decisión: asumir la nominación como propia o aceptarla como encargo. Al protestar ya como candidato formal pasado mañana, domingo, José Antonio Meade Kuribreña tendrá que marcar una distancia estratégica con el presidente Peña Nieto y definir si será presidente o intendente.
Todos los candidatos padecieron hilos de control: Echeverría rompió con Díaz Ordaz con el minuto de silencio en la Universidad Nicolaíta, López Portillo se alejó de Echeverría, De la Madrid tomó su camino al asumir el control del PRI, Salinas perfiló su grupo compacto ajeno a De la Madrid, Colosio rompió con Salinas con el discurso del 6 de marzo, Zedillo tardó en definirse y Labastida hizo hasta lo imposible para que lo vieran zedillista.
Las razones de la candidatura de Meade no son secretas: mantener el rumbo económico neoliberal, darle continuidad al grupo peñista encabezado por Luis Videgaray y garantizar una expresidencia peñista sin demasiados sobresaltos. Sólo que el escenario de irritación social ha convertido esos tres puntos clave de la nominación priista en los principales lastres.
El desafío de Meade consiste en construir una personalidad propia, definir un discurso personal y marcar una distancia estratégica de los pasivos del presidente Peña. Los presidentes salientes amenazaron con quitarle la candidatura a Echeverría, López Portillo, De la Madrid y Salinas y se la quitaron a Colosio. Pero todos los candidatos llegaron a romper con su antecesor para evitar las complicidades del descrédito.
Meade no ha asumido su candidatura; si el domingo no define un rumbo propio, la encuesta de Consulta Mitofsky del miércoles será su epitafio: quedarse en tercer sitio y dejar que la competencia sea polarizada entre López Obrador y Ricardo Anaya, y el presidente Peña tendría que negociar con alguno de ellos. Zedillo mandó a Labastida como candidato, pero pactó con Fox.
Colosio fue cincelado por Salinas para ser un candidato y presidente títere, pero el sonorense construyó su proyecto con alianzas que envenenaron a Salinas.
Colosio nunca iba a traicionar a Salinas, pero a Salinas lo convencieron de que Colosio lo había traicionado. El asesinato en Lomas Taurinas facilitó el relevo de intereses estratégicos.
El desafío de Meade radica en mostrar que su proyecto de gobierno no es el documento Criterios Generales de Política Económica 2018 de Peña Nieto. Zedillo recogió el discurso social y político de Colosio, pero sin romper con el neoliberalismo de Salinas. Y en febrero de 1995 Zedillo arrestó a Raúl Salinas de Gortari para romper con el expresidente Salinas.
La precampaña de Meade ha mostrado un candidato sin fuerza, sin energía y sin autoridad, además de un representante personal de Peña Nieto. Un discurso bastará para calar la fuerza política de Meade. Los expertos en campañas presidenciales señalan que los candidatos deben ser sus propios jefes de campaña.
A Meade le queda tiempo-espacio para definir su campaña en la recta final. Y las elecciones se ganan en campañas políticas propias, no en ofrecer la continuidad transexenal de un gobierno que perdió consenso social por encerrarse en Los Pinos.
El domingo Meade demostrara si es candidato propio o intendente. Paradójicamente, la expresidencia de Peña dependerá de un Meade autónomo. Y Meade decidirá entre Obregón o Colosio-6 de marzo.
Política para dummies: La política es la habilidad para decidir sobre los peores escenarios posibles, con el fin de que cuando lleguen los positivos las expectativas sean mejores.