Estoy convencido de que la profesionalización de los servidores públicos no sólo es algo necesario para cambiar la situación que se vive en el país, sino también una obligación moral a la que están sujetos aquellos que pretenden tener un cargo de elección popular; esto significa que deben de estar preparados para cualquier situación, incluyendo su participación en los debates.
Los debates son una herramienta necesaria para cualquier sistema democrático, pues permite el contraste y la confrontación de ideas, para que los ciudadanos tengamos la posibilidad de comparar y elegir.
Sin embargo, pareciera que a pesar de esto, hay quienes no le dan la más mínima seriedad a dicho ejercicio democrático, el ejemplo perfecto fue Andrés Manuel López Obrador.
Esta falta de preparación se vio reflejada durante el debate, en el que podemos afirmar, es el peor que ha tenido López en los últimos 20 años. López no solamente se rehusó a contestar los cuestionamientos que le realizó Pepe Meade, sino que tampoco dio alguna propuesta clara e insistió en defender con galimatías el asunto polémico de la amnistía, el perdón a los criminales.
Otro que también dejó mucho que desear fue Ricardo Anaya, quien únicamente recurrió a las descalificaciones y lugares comunes; además, se negó a aclarar el tema que lo persigue de la nave industrial, hoy ya en posesión de la Procuraduría General de la República.
Finalmente, los candidatos independientes. Los problemas de Margarita Zavala para articular una idea clara y la propuesta del Bronco de mutilarles la mano a las personas que roban, fueron de lo más lamentable de este ejercicio democrático.
Ante este panorama, José Antonio Meade fue quien mejor se expresó, el más preparado y el que tuvo las propuestas más claras ante las interrogantes de periodistas y compañeros de debate. En este ejercicio Meade demostró el ser un auténtico hombre de Estado y también porqué sus propuestas son las que hoy México necesita para garantizar seguridad, paz y justicia.