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EL PRD no ha medido el alto costo político de su alianzasubordinación con el PAN. Y no se trata sólo de su perfil social, sino del deslindamiento de figuras que lo fundaron y sobre todo de la debilidad cohesionadora de su estructura de tribus.
A pesar de que el cálculo perredista se basa en un buen porcentaje de diputaciones y senadurías, el problema radica en que la campaña personalista del albiazul Ricardo Anaya Cortés está borrando al PRD y su posicionamiento político. Y de paso, crece la preocupación de que la candidatura perredista de Alejandra Barrales, negociada en secreto a cambio de la candidatura presidencial, no garantiza el triunfo, sino que adelanta la derrota ante Morena.
De ahí que muchos perredistas estén volteando hacia la principal oficina del Palacio del Ayuntamiento, donde Miguel Ángel Mancera tendría la tarea de garantizar electoralmente la plaza de Ciudad de México como del PRD, porque, además, la elección capitalina está atada –en una correlación inevitable– a la presidencial.
El desgaste de Anaya por sus procedimientos autoritarios, la traición de Barrales a Mancera y el posicionamiento adelantado de López Obrador están colocando al PRD ante una situación de emergencia: o se consolida o pasará a la categoría de los partidos de la chiquillería.
El perfil autoritario de Anaya le ha restado credibilidad, viabilidad y votos a la propuesta de reforma de régimen y la de un polo plural, las dos originalmente de Mancera. Por ello, la credibilidad y viabilidad del Frente PAN-PRD-MC está dependiendo de la figura política de Mancera, para enojo, por cierto, del maestro en decadencia de la intriga política y la maniobra palaciega Dante Delgado Rannauro. Como llegó a la precandidatura única, Anaya sería la garantía no de un cambio de régimen, sino de la restauración de los modos centralistas y presidencialistas del viejo régimen priista.
El precandidato priista-no-priista, José Antonio Meade Kuribreña, está explotando su no militancia en el PRI, aunque su nominación respondió al método histórico del viejo PRI, el de Fidel Velázquez y la CTM como destapadora, y por tanto su imagen quedó en la de un bebesaurio del Jurásico tricolor. Y López Obrador ha sabido explotar su condición de caudillo por la gracia de sí mismo.
La salida de Barrales de la presidencia del PRD y el arribo de Manuel Granados a esa posición dejará al PRD prácticamente fuera del grupo dirigente del Frente y en manos de la complicidad Anaya-Dante. Por eso la personalidad ciudadana de Mancera, su saldo en el Gobierno de la Ciudad de México y su responsabilidad para mantener la plaza electoral lo convierten en la figura más importante del perredismo ciudadano.
Si lo que el Frente necesita es credibilidad en su propuesta de reforma, pluralidad y ciudadanización, ni Anaya ni Dante la garantizan; al contrario, son los representantes del modelo priista de las cuotas de poder. Por eso la presión de grupos perredistas y la necesidad de la circunstancia misma están apuntando a Mancera, quien por lo demás habría visto allanado su camino con la experiencia reciente de un no-perredista como presidente del partido, el expriista Agustín Basave.
El PRD se juega su existencia y podría depender de Mancera.
Política para dummies: La política es ver lo que los demás no quieren, no pueden o no deben.
(Por vacaciones de fin de año Indicador Político dejará de publicarse y reanudará el lunes 8 de enero de 2018. Felices fiestas y mucho descanso porque viene un año intenso.)