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La segunda gran derrota política en el proceso electoral 2018 la padeció la prensa nacional: la narrativa analítica, demoscópica y de posicionamiento de parámetros ideológicos la impuso la prensa extranjera. Pero con un error de interpretación: esa prensa extranjera quiere vender la idea de que en México triunfó la izquierda; pero no, López Obrador y Morena no son de izquierda.
La revisión de los tres principales discursos de López Obrador –el 20 en Los Reyes, el 27 en el Azteca y la noche del 1 de julio– revela la definición ideológica del próximo gobierno y todo apunta a la restauración del viejo populismo priista, sobre todo más cercano al modelo de Miguel de la Madrid: neoliberalismo económico de mercado con renovación moral de la sociedad.
Este contenido ideológico podría explicar el origen de los votos que le dieron la aplastante victoria al tabasqueño: un realineamiento de votos priistas hacia Morena.
Respecto a su promedio electoral en 2006 y 2012, en 2018 López Obrador aumentó 20 puntos porcentuales; de la votación de Peña Nieto en 2012 a la de José Antonio Meade en 2018 el PRI perdió 22.4 puntos porcentuales y el panista Ricardo Anaya bajó 3.6 puntos. Por tanto, los priistas fueron los que engrosaron la base electoral de Morena. En cuanto al proyecto de nación, los discursos de López Obrador no hablan de uno nuevo; sería el mismo de 1917- 2018, sólo que más eficiente. Por ejemplo, el discurso de la victoria ofreció “una auténtica democracia”, como si la que le dio la victoria sin conflicto no fuera auténtica. Prometió las libertades que ya existen, ofreció respetar el sistema financiero vigente, no terminará con la reforma energética privatizadora y sólo revisará contratos.
El eje central de su proyecto es la lucha contra la corrupción. En su discurso del domingo primero hizo una afirmación que confunde enfoques: “estamos absolutamente seguros de que este mal (la corrupción) es la causa principal de la desigualdad social y económica y de la violencia”. La verdadera izquierda señala que la desigualdad social es producto del modelo económico empresarial y de la estructura capitalista de concentración de la riqueza social en pocas manos.
El populismo es un sistema de poder para administrar el gobierno favoreciendo a los más pobres con gasto asistencialista, pero sin modificar la estructura capitalista de produccióndistribución-apropiación de la riqueza. En este sentido, el populismo sólo refuerza el modelo de producción basado en la apropiación empresarial de la riqueza social a través de las utilidades y en detrimento de los salarios. El gobierno administra el modelo concentrador empresarial y atenúa pobreza con programas asistencialistas que significan lealtades electorales a los populistas; y al final, todos contentos: los empresarios con sus riquezas y los populistas con sus votos.
De ahí que el populismo mexicano –de Cárdenas a Peña, sin excepciones, extendido ahora al lopezobradorismo en Palacio Nacional– sea bonapartista: ejercer el poder en nombre de las clases pobres, pero para mantener privilegios en el acaparamiento de la riqueza por empresarios. Un enfoque de izquierda simplemente destruiría este sistema productivo empresarial por otro más justo a favor de los trabajadores.
Por eso la prensa extranjera se equivoca al decir que en México ganó la izquierda.
Política para dummies: La política es el juego del gato y el ratón.
Si yo fuera Maquiavelo: “Un príncipe debe tener mucho cuidado de que no le brote nunca de los labios algo que no esté amparado de las cinco virtudes: piadoso, fiel, humano, recto y religioso”.