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El festival Vive Latino que se celebró el fin de semana pasado en la Ciudad de México trajo consigo lo de siempre, multitudes, música, explosión y ganas de vivir, pero en medio de tanta diversión también se respiró la otra parte que conforma el paquete de las emociones humanas: el dolor.
Julieta Venegas, quien entiende muy bien ese sentimiento al ser tijuanense, presentó durante su participación en el festival una canción llamada “Explosión” que nos puso a pensar a todos. Nos recordó que aunque parezca mentira ya estamos muy acostumbrados a que nunca pase nada y a que la justicia sea un concepto que nadie sabe para qué sirve.
Y así, entre la música, la letra y el video de la canción fue inevitable traer a la memoria situaciones que han marcado la historia.
Por una parte, la barbarie de la dictadura militar en Argentina que se resume en 30 mil desaparecidos, niños arrancados del seno materno y un libro Prisionero sin nombre, celda sin número, escrito por el periodista Jacobo Timerman quien estuvo tres años en la cárcel simplemente porque creía que el deporte de desaparecer a los compatriotas y permitir que los ejércitos los salven podían traer unas terribles consecuencias morales para su país.
Y por otra, los fracasados políticos de México siguen sin darse cuenta de que no es posible construir el futuro si no se resuelve el pasado. Y el pasado de este país es que vivimos sin inmutarnos ante hechos como el sinnúmero de fosas clandestinas que guardan los restos de muchos de los nuestros.
Es imposible seguir caminando sobre un rastrojo de muertos, los huesos son el verdadero muro que se va levantando en nuestro país, los huesos y no saber a quién le pertenecen es la deuda pendiente que nos recordó Venegas con su canción.
Hay que saber que de seguir así no habrá paz ni futuro, y que todo esto no depende de que mañana llegue un político que utilice la honradez como sistema, porque su camino ya está empedrado con todos los huesos que no fuimos capaces de identificar para saber a quién le pertenecían.
Ahora si los desaparecidos no encuentran su apellido, si las madres tienen que pellizcarse para recordar que una vez parieron un hijo y que en el camino se los robaron y nadie ningún Estado, ninguna autoridad le dio razón alguna de él, dará igual quién se siente en Los Pinos.
La verdad es que el país seguirá profundamente dividido en una vergüenza que nunca superaremos porque mientras quede un muerto sin aclarar, culpables somos todos, aquellos que los mataron y los que pasamos sobre ellos sin darnos cuenta de que esos huesos también son nuestros.