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Mientras los legisladores regatean la urgencia de discutir con seriedad el tema de la seguridad interior como el eslabón que integra la seguridad pública y la seguridad nacional, el Ejército avanza en la reorganización de sus tareas federales de sus cuerpos de élite.
El jueves publicó el Diario Oficial de la Federación un decreto que establece que el cuerpo de Policía Militar se integra con sus unidades al cuerpo general del Ejército y sus grados también pasan a la estructura militar. Se llamará ahora Cuerpo Especial de Policía Militar y sus grados también se uniforman de soldado a general de brigada.
Hasta ahora, la Policía Militar era una organización no centralizada en la estructura del Ejército y su papel se ajustaba a la vigilancia de instalaciones militares y acciones policiacas entre militares. Al pasar a la estructura del Ejército, su papel será el mismo que el de los militares: operar en los escenarios de la seguridad interior.
El decreto reforma los artículos 110, 112 y 191 de la Ley Orgánica del Ejército y la Fuerza Aérea mexicanos y fue promulgado por el Presidente de la república y aprobado por el Congreso, vía el diputado Jorge Carlos Ramírez Marín y el senador Ernesto Cordero Arroyo.
En los hechos, la Policía Militar deja de ser un cuerpo especial y se convierte en parte del servicio del Ejército. Como ocurrió con el nacimiento de la Policía Federal y luego de la Gendarmería, las formaciones especializadas de la Policía Militar han pasado a ser la parte fundamental de las fuerzas policiacas de seguridad pública. En la reorganización prevista por la Ley de Seguridad Interior, las Fuerzas Armadas como siempre se adelantan en el rediseño de estructuras como respuesta no a los enredos burocráticos y políticos, sino en términos de la seguridad nacional como tarea de Estado dentro de las fronteras y en previsión a la siguiente escala de la delincuencia: la seguridad pública también se reestructura en bandas articuladas a cárteles y por tanto se enfilan a dar el paso de seguridad pública a seguridad interior.
Mientras tanto, el Gobierno Federal carece de la decisión, fuerza y astucia pare entender la reorganización del crimen y sus interrelaciones con estructuras del Estado, los gobiernos estatales, el sistema político y los espacios judiciales.
Si la LSI no pasa los tamices legislativos y el Gobierno vuelve a abandonar la plaza de la seguridad interior, el Ejército avanza en su reorganización interna con reacomodos que tienen la finalidad de prepararse para la ofensiva criminal que vendrá cuando la LSI se archive y las Fuerzas armadas tengan que realizar un repliegue táctico.
Pero en términos de estructura, la incorporación del Cuerpo de Policía Militar a la estructura central del Ejército implica la preparación de unidades militares para combatir la alianza criminal que dará el paso de seguridad pública a seguridad interior. En los hechos y dentro de sus atribuciones, el Ejército ya enfoca la crisis de seguridad pública como tema de seguridad interior y reestructura sus mandos y cuadros para atender los conflictos, al margen de que el sistema legislativo vuelva a frenar la ley.
El problema radica en que la politización y socialización de asuntos de seguridad no entiende el escalamiento de la inseguridad y su transformación en asuntos de gobierno, de Estado y de seguridad nacional por la transnacionalización de las bandas. Y la misión del Ejército es la seguridad del Estado.
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