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Por:Carlos Ramírez
Si sigue las reglas escritas y no escritas del sistema político priista y se ajusta a la liturgia del poder institucional, entonces el candidato presidencial 2018 efectivo del presidente Enrique Peña Nieto es el secretario de Educación, Aurelio Nuño Mayer.
En este escenario, los otros nombres son maniobras de distracción: José Antonio Meade es el economista del grupo, pero tiene el defecto que nunca ha querido corregir: no es priista, y Peña Nieto sí lo es. Miguel Ángel Osorio Chong es el político más completo del peñismo, pero –como a Manuel Camacho en el salinismo– le han impedido movilidad en temas económicos y sociales.
Como todo presidente saliente, Peña Nieto busca la continuidad de su proyecto –la modernización–, requiere de un político de nuevo cuño que no dependa de los acuerdos priistas tradicionales y alguien que llegue sin compromisos para la continuidad del grupo-equipo.
La liturgia de las viejas reglas invocada por el propio Peña Nieto se ha visto en el antiguo juego del tapado; los presidentes salientes han escondido a su sucesor para evitar golpeteos o compromisos tradicionalistas: López Mateos con Ruiz Cortines, López Portillo con Echeverría.
Los casos abiertos también han sido registrados: Díaz Ordaz con López Mateos, De la Madrid con López Portillo, Salinas con De la Madrid y Colosio con Salinas.
A la luz de este escenario, Peña Nieto ha actuado como un priista típico. A diferencia de otras sucesiones, ahora no hay factores disruptores (como Camacho en 1993). Los viejos sectores corporativos son inexistentes, por lo que las élites sobrevivientes no garantizan votos. A lo largo de estos años, Peña puso a Nuño en las negociaciones del Pacto por México en 2012, luego lo designó jefe de la oficina de la presidencia donde operó como una especie de vicepresidente operativo sin visibilidad externa y lo mandó a la Secretaría de Educación para foguearse con la Reforma Educativa que pudo imponer aunque no desarrollar.
Nuño fue construido como Salinas hizo con Colosio: salió del grupo de Luis Videgaray Caso en la Cámara de Diputados en el sexenio anterior, pero ya cuando a través de la comisión legislativa de presupuesto y cuenta pública el entonces gobernador mexiquense Peña Nieto funcionaba como una especie de presidente en funciones de la disminuida pero efectiva república priista.
En junio de 2016, el presidente Peña hizo una finta –a lo mejor era real pero la pudo disfrazar– para intentar poner a Nuño en la presidencia del PRI a raíz de la renuncia de Manlio Fabio Beltrones, pero al final se decidió por Enrique Ochoa Reza, un funcionario medio sin militancia en el PRI. La forma en que obligó a los priistas a aceptar a Ochoa dejó en indicio de que bien pudo haber impuesto a Nuño, pero al final quedó sólo como el indicio de que Nuño era una pieza fundamental del grupo de Peña Nieto.
Como titular de la SEP Nuño ha sido uno de los principales operadores del presidente Peña Nieto en funciones ajenas a su cargo. Algunos políticos veteranos han sentido que Nuño tiene el mismo trato presidencial que tuvo Salinas de Gortari con Luis Donaldo Colosio hasta antes de su nominación como candidato.
Si bien la decisión la toma el presidente en la soledad de su despacho, el escenario de Nuño sería una mezcla de ortodoxia y nuevas reglas de continuidad.
Política para dummies: La política es, a nivel presidencial, la supremacía de los individualismos, aunque medio disfrazados de consensos.
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@carlosramirezh