Por: Eduardo Ruíz Healy
La solidaridad de los mexicanos hacia sus compatriotas en desgracia es legendaria. Es ejemplar la forma en que al paso de los años la sociedad ha apoyado económica y materialmente a las miles de víctimas de huracanes, terremotos, inundaciones y demás desastres naturales.
Dada la realidad económica del país, los damnificados que dejan estos desastres generalmente pertenecen a las clases más pobres. Cuando son víctimas de los efectos destructivos de un temblor, de unos vientos huracanados o de una inundación, pierden casi todo o todo lo que poseen, si no es que la vida misma.
La calidad de las edificaciones en que viven o trabajan estas personas deja mucho que desear y generalmente quedan grave o totalmente dañadas después del fenómeno natural.
Los lugares donde viven los damnificados muchas veces son pequeñas poblaciones o rancherías alejadas de centros urbanos importantes o de caminos que faciliten llevarles la ayuda que necesitan.
El sismo de magnitud 8.2 en escala Richter ocurrido casi a la medianoche del jueves pasado mató a casi 100 personas.
Decenas de miles de viviendas resultaron dañadas, muchas de ellas irremediablemente. Tan sólo en Chiapas unas 80 mil personas se quedaron sin casa.
Decenas de miles de chiapanecos y oaxaqueños no tienen donde vivir y otros cientos de miles menos desafortunados carecen de lo más esencial para sobrellevar la situación. Necesitan agua, alimentos, cobijas, ropa, pañales para bebé, chamarras e impermeables que los proteja de la lluvia, tiendas de campaña en donde dormir. En suma: les falta todo.
Y, para aliviar estas carencias, esta vez parece que está ausente la legendaria solidaridad que muchas veces han demostrado los mexicanos hacia los menos afortunados.
A los centros de acopio no están llegando las provisiones que deberían llegar.
Las cuentas bancarias que se han abierto para recaudar fondos para los damnificados no están recibiendo las donaciones que se esperaban.
¿Qué está ocurriendo? Aparentemente hay quienes desean dañar la de por sí golpeada imagen del gobierno sin que les importe que, al hacerlo, agravan el sufrimiento de miles de personas. Quienes dirigen esta campaña, sabiendo que todos estamos hartos de los altos niveles de corrupcióngubernamental, promueven a través de las redes sociales la idea de que cualquier donación que se haga, en efectivo o en especie, será desviada por funcionarios corruptos e invitan a las personas a que sólo hagan sus donativos a través de organizaciones no gubernamentales, que carecen de la eficiencia necesaria para hacer llegar bienes y dinero a las zonas afectadas.
Ignoremos esas campañas y donemos el dinero y bienes que podamos a quienes ahora más lo necesitan. No permitamos que esta sorprendente ausencia de solidaridad dañe a miles de mexicanos. No permitamos que nos manipulen unos mexicanos cuya única obsesión es ganar en 2018.
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