México ha entrado en una profunda crisis de seguridad de la que nos resultará muy difícil salir porque hasta ahora lo único que hemos podido constatar es que nuestras estructuras gubernamentales no están preparadas para resolver este tipo de eventualidades, y mucho menos para satisfacer las necesidades de los grandes núcleos poblacionales que se han convertido en una selva donde impera la ley del más fuerte. El diagnóstico realizado por las organizaciones civiles con base en las estadísticas públicas es brutalmente preocupante.
Por desgracia, hasta ahora lo único que hemos podido constatar es que las organizaciones más fuertes son las células delincuenciales que se mueven a sus anchas ante la ineficiencia de nuestros cuerpos policiales, cuya profesionalización sigue siendo una entelequia. Y no es que aspiremos a la perfección, pero bien harían nuestros gobernantes en tratar de caminar hacia esas soluciones que se dicen muy bien en el discurso público, pero irrealizables en la práctica cotidiana.
Observar un video grabado en un campo de futbol en Zacatecas, donde se desarrollaba una pelea campal y en medio de la confusión un sujeto le da un disparo por la espalda a otro que cae inmediatamente, y después lentamente se coloca a su lado para rematarlo percutiendo tres veces más la pistola para después perderse caminando entre la multitud que corre a protegerse es brutalmente patético. La grabación de por sí es un hecho inédito, y lo terrorífico es la tranquilidad con que el asesino hace su trabajo.
Por desgracia en nuestro país, 93 por ciento es la cifra negra de delitos que no son denunciados, y eso quiere decir que solamente se persiguen siete por ciento de los delitos, y de ellos solamente se llega a sancionar a uno. Eso quiere decir que de todos los delitos que se cometen en el país, las policías solamente son efectivas en uno por ciento de ellos. Esa circunstancia es la que tiene y mantiene aterrados a todos los mexicanos.
En la Ciudad de México el señor Miguel Ángel Mancera no entiende la urgencia de un registro severo de las motonetas porque con ellas se cometen la mayor parte de los delitos en todas las vialidades. Pero también habrá que decir que ha llegado la hora en que tengamos que repensar la forma de operar las estructuras de seguridad y justicia, y los mecanismos de defensa de los particulares porque hasta ahora las policías son ineficientes resolviendo uno de cada cien delitos.
Hasta ahora, la mayor parte de los programas de protección a la población y de prevención del delito han sido un rotundo fracaso. El ¿qué hacer? es el problema, y las consideraciones van desde armar a la población, fusilar a los asesinos, trabajos forzados a los delincuentes menores, y aplicar la ley del talión en las calles. La barbarie no puede estar del lado oficial, pero ante la ineficiencia lo previsible es que los ciudadanos comiencen a utilizar las armas, pero siempre serán ellos quienes pierdan porque en este país los delincuentes tienen bien estudiados los vericuetos para obtener su libertad, y los simples ciudadanos terminan perdiendo de una u otra forma. Pobre México. Al tiempo.
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