Por hoy olvidemos las consultas que se realizarán, aunque la decisión haya sido adoptada de antemano, y anunciada, además.
Muy reconocido el prestigio de los tlaxcaltecas como los principales promotores del comercio carnal, la exportación de damas de inexistente virtud a Estados Unidos y también por sus tácticas nunca igualadas para enganchar jovencitas.
Puede ser esa la razón de la existencia de incontables moteles a lo largo de las carretas del pequeño estado. O en sentido inverso, la incansable actividad padroteril de los tlaxcaltecas ha generado una industria que puede apreciarse mientras se viaja bordeando la ciudad capital y se sigue por Huamantla rumbo a la autopista que lleva a Perote y Jalapa.
Resalta el multicelebrado Motel Rapid Inn, cuya denominación tiene dos acepciones: la engañosa pertenencia a una prestigiada cadena de hospederías de calidad mundial y la ocupación de cada cuarto por hora, tal cual se hace el alquiler (o ¿se hacía?) de bicicletas.
Situados en la orilla del camino, a los moteles tlaxcaltecas, se han sumado muy entusiastas los de Puebla que corren de El Carmen, cruce de caminos con Tlaxcala, a Oriental y más allá rumbo al paraíso, Cuetzalan del Progreso, un pueblo que conserva lo más puro de sus raíces indígenas, no es mágico ni cosa similar. Es sencillamente el paraíso.
Las hospederías “rapidinas” son modernas en su mayoría. Bien equipadas, hasta lo que se puede observar al paso del camino y son muy frecuentadas. Con puertas siempre abiertas, el tránsito por los accesos es constante. O al menos tiene la intermitencia que acredita el espíritu combativo de los habitantes de la región.
Los tlaxcaltecas, a la vista de la fama que han cimentado, deberían organizar giras turísticas por estos sitios que con las haciendas convertidas en paraderos y comederos, son el mayor atractivo del estado. Podrían incluir visitas a los criaderos de reses bravas, para que además constaten que las reses no son bravas mientras no las meten a que las destacen lo dizque matadores, esos sujetos disfrazados de bailarines.
Hay otros atractivos, un bien equipado centro vacacional, el cerro de La Malinche cuya visita costó la vida a un grupo de excursionistas gracias a la convocatoria para lincharlos del cura lugareño en Canoa. El cura murió En la paz del Señor, amparado por las jerarquías eclesiásticas, en una triste iglesia en el centro del estado de Morelos.
Sin olvidar, insisto, que los moteles son la industria local… visítenlos.
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