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Eduardo Ruíz Healy
Al conversar ayer con la periodista Denise Maerker en Grupo Fórmula, el presidente nacional del PAN, Ricardo Anaya, afirmó que existen “grados de corrupción” y que, en lo que a ser corruptos se refiere, los priistas ocupan el primer lugar. Acto seguido dijo, palabras más palabras menos, que en las elecciones del año entrante los mexicanos no debemos votar por los más corruptos, dándonos a entender que debemos hacerlo por quienes son menos tracaleros.
Lo que el “Joven Maravilla” nos propone es terrible: elegir entre un corrupto y otro, porque a fin de cuentas una persona es o no es corrupta, no pudiendo ser medio corrupta. Así de sencillo. Igual que una persona puede estar muerta, pero no medio muerta o medio viva. O una mujer puede estar embarazada o no, pero nunca puede estar medio embarazada.
La opción que parece ofrecernos Anaya es que votemos por los priistas que son muy corruptos o por los panistas que lo son menos. Finalmente, ninguna de las dos alternativas es buena para México y para los mexicanos.
Curiosamente, el presidente nacional del PAN dijo lo que dijo el mismo día en que la organización Transparencia Internacional difundió su estudio intitulado “Las personas y la corrupción: América Latina y el Caribe”, en el cual se anota que “México tiene el índice de soborno más alto de toda la región, seguido de República Dominicana y Perú.
En México, una de cada dos personas denunció haber pagado sobornos cuando accedió a servicios públicos, y las escuelas, los hospitales y los servicios de provisión de documentos figuran entre los particularmente proclives a sobornos”.
Todo indica que la mayoría de los mexicanos por fin se dio cuenta de que la corrupción le cuesta mucho al país al afectar gravemente la economía nacional y la de casi toda la población. Entre la gente común y los analistas expertos prevalece la idea de que la corrupción está frenando el crecimiento económico y bloqueando una más justa distribución de la riqueza.
Por lo anterior, en las elecciones del año venidero es fundamental que quienes quieran nuestros votos no sean corruptos. Los partidos no pueden presentarnos candidatos que sean menos corruptos que otros porque, finalmente, son corruptos y la magnitud de sus actos ilegales serán proporcionalmente directa al poder e influencia que les confieran los cargos que ocupen.
Más vale que los partidos o coaliciones investiguen muy bien a los candidatos que estarán compitiendo por los 3,406 cargos de elección federales y estatales (sin contar a los miles de síndicos y regidores que serán electos en los mil 596 municipios) que estarán en juego en 2018.
Si los dirigentes partidistas realmente quieren cambiar las cosas procurarán elegir candidatos que sean intachables, que no puedan ser acusados de ser corruptos. Los ciudadanos no podemos ni debemos aceptar menos que eso.
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