Por Katharine Houreld
NAIROBI, 21 oct (Reuters) – El documental keniano “Softie” comienza en 2013 con Njeri Mwangi parada en una puerta, mientras la luz ilumina a un niño pequeño que duerme en su falda y su marido Boniface tamiza cubos de sangre coagulada afuera.
Al día siguiente, tira la sangre y convence a una manada de cerdos para que se den un festín frente al Parlamento para protestar contra otro aumento salarial para los legisladores, apodados “MPigs” por los manifestantes.
Kenia es la nación más rica del este de África, pero su creciente economía tiene un punto débil horrible. La corrupción desenfrenada atrapa a millones en la pobreza, las ejecuciones extrajudiciales de la policía son comunes y las elecciones están marcadas por una violencia mortal.
El gobierno dice que está investigando la corrupción y varios funcionarios de alto nivel están en la corte, incluido el exministro de Finanzas. Algunos casos han durado décadas.
Njeri y Boniface Mwangi son activistas, protestan juntos y son arrestados juntos, pero a medida que el filme avanza, el foco pasa de si su cruzada tendrá éxito a si su familia implosionará.
“Familias de defensores de los derechos humanos o activistas (…) quiero que la gente sepa que existimos”, dijo Njeri, una cinéfila y ávida motociclista a Reuters en el estreno de la película en Kenia esta semana. “Nuestros hijos realmente sufren”, agregó.
“Softie”, galardonado en los festivales de cine de Sundance y Durban, muestra la evolución de Boniface desde un activista indignado por la violencia electoral del 2007-8 a un candidato político que promete que su nuevo partido Ukweli cambiará el sistema desde adentro, una década después.
Su familia lidia con su ausencia, una casa permanentemente llena de gente y amenazas de muerte contra sus tres pequeños hijos. Njeri, temiendo por sus vidas, finalmente lleva a los niños a Estados Unidos en 2016.
En un tenso intercambio en cámara antes de que su familia se vaya, Boniface le suplica a su esposa: “Necesitas tener un ideal por el que vivir, por el que valga la pena morir”. “¿Crees que será mejor si te mueres”, responde Njeri con tristeza.
Boniface ahora está construyendo su partido, tomando un descanso de las protestas y pasando tiempo para cocinarle a su familia. Finalmente se dio cuenta de que no puede -y no debe- intentar cambiar todo él mismo.
“El cambio no es un evento (…) no es una palomita de maíz que se mete en un microondas”, dijo a Reuters. “Es un maratón muy lento y doloroso y luego el maratón no termina”, agregó.
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(Editado en español por Lucila Sigal)