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Por Fernando de Ita
[Este sábado 22 de febrero comienza la temporada de Proyecto Mujeres, una denuncia contra la violencia masculina…]
Trece mujeres, 13 cuerpos, 13 historias, 13 gritos y un mismo reclamo: “¡Ni una más!”
Proyecto Mujeres es el testimonio coreográfico de 13 actrices que ―luego de un largo periodo de convocatoria, selección, acoplamiento, guion y montaje― aborda la violencia que implica ser mujer en una sociedad patriarcal como la nuestra en la que la violación y el feminicidio alcanzan proporciones demenciales.
Apoyada por la Dirección de Teatro de la UNAM y producida por el colectivo Vaca 35 que busca dialogar directamente con los espectadores, esta puesta en cuerpo del discurso femenino en contra del abuso masculino tiene la virtud de ser plural, incluso contradictoria entre las diversas posturas sobre la iniquidad de género.
Que tire la primera piedra…
Entiendo que no fue fácil respetar el disenso de algunas de las 13 mujeres dedicadas al teatro, muy diversas por edad, formación, pensamiento, palabra y obra. Pero, sobre todo, con distintos cuerpos. Mostrar la intimidad de las estrías, las lonjas, las várices y demás estragos fisiológicos requiere coraje, incluso si es bella. O sobre todo por ello, pues la intención central de la denuncia es convertir el cuerpo femenino en una postura política, despojándolo del sexismo que ya erotiza a las niñas desde muy temprana edad en las pasarelas de la televisión y las ferias populares. En este sentido, el primer desafío es cambiar la perspectiva del espectador masculino por el cuerpo de la mujer. Que tire la primera piedra el macho que no buscó en los largos minutos que anteceden al testimonio a la mujer mejor formada, o, más exactamente, a aquella que cumpliera su gusto, su deseo.
Acaso con esa conciencia, Diana Magallón y Mari Carmen Ruíz, responsables de la mise en escéne, optaron por un vestuario de color neutro y un diseño de calzones y sostenes que modifican de algún modo la mirada libidinosa. Por otra parte, desde el primer testimonio de la mujer abusada queda claro que la desnudez física sólo es el preámbulo para desvestir el alma, si así le podemos llamar al nudo invisible que forman el miedo, el coraje, la desolación de las víctimas. Aunque los 13 testimonios no abarcan todos los abusos que se cometen a diario en contra de las mujeres, son suficientes para entender que su rebelión es justa y su radicalismo una manera de generar la atención social, aunque sea para condenar lo que han hecho todas las vanguardias feministas: romper puertas, decir basta.
Caras vemos…
Otra virtud de esta fábula realista (si los griegos y Legom tienen razón, la fábula es una forma narrativa formada con los episodios que marcan el devenir de sus protagonistas), si se me permite el oxímoron, es que además de señalar al género masculino como el gran depredador del prado ajeno, reflexiona sobre los resortes culturales que hacen de la mujer la víctima de sí misma, ya sea por aceptar como inevitable la violencia del padre, del hermano, del marido, del amante o del maestro, o por considerar que se la merecen.
La carga emotiva que acompaña cada uno de los testimonios vertidos sería abrumadora de no hacerlo como un juego escénico, a veces pueril y evidente, tratándose de 13 profesionales del teatro, pero eficaz para permitirle al espectador respirar entre disparo y disparo. Aunque caras vemos y más abajo no sabemos, por la edad y por la facha, la mayoría de los hombres que asisten a la puesta parecen solidarios con la causa de la liberación femenina. Aun así, uno se siente aludido por una o varias de las conductas que buscan el sometimiento de la mujer…
Y da vergüenza.
Pero creo que son las espectadoras las que sufren la purificación catártica, ya sea porque alguna ha padecido las mismas humillaciones, porque de pronto se dan cuenta que han solapado esos abusos, o simplemente por el impacto de los testimonios.
¡Ni una más!
De ahí que el final feliz me parezca una salida ramplona que diluye en la apariencia el dolor de las mujeres sacrificadas. En todo caso, sólo los hombres que hayan sufrido las violaciones y los abusos que se denuncian podrían unirse al jolgorio, porque nada más fácil que pasar al escenario a bailar punchis-punchis como gesto solidario. No. Hay 13 mujeres heridas en escena, 13 cuerpos sangrantes, 13 historias pavorosas sobre una realidad lacerante.
Yo, que vivo en un pueblo de “viejas costumbres”, miro a diario docenas de mujeres sometidas al machismo salvaje. Se festeja aquello que ha llegado a buen fin. La violación y el asesinato de mujeres no para, aumenta. No hay nada que celebrar. Todo lo contrario. Esas 13 Eríneas siglo XXI deberían quedar ante el público con la mirada ardiente, con la herida a flor de piel, no necesariamente como yo acuso sino dándole al ¡ni una más! no sólo la fuerza del grito sino la potencia interior de la que están hechas las hazañas imposibles. Tal vez así otras mujeres se levanten de la butaca para poner en sus ojos esa misma decisión.
Tal vez así los hombres sintamos, por fin, su mirada como propia.
(Como crítico me disculpo por romper una de las reglas fundamentales de la crítica, que aconseja juzgar lo que está sobre el escenario, no lo que el crítico quisiera que esté. Aunque lo que sí está da pie para imaginar lo que debería de estar).
Elenco
Proyecto Mujeres tendrá temporada en la Caja Negra del Centro Nacional de las Artes, en la Ciudad de México, del sábado 22 de febrero al 22 de marzo, los sábados a las 19 horas y los domingos a las 18 horas. Elenco: Lilian Andrea cuervo, Diana Magallón, Marycielo Vargas, Mari Carmen Ruíz, Andrea Nava, Carmen Zavaleta, Adriana Alonso, Laura Vega, Mariana Landgrave, Michelle Veruete, Emilia Dorr, Celeste Díaz, y Nalleli Montero.
NTX/FDI/VRP/JC