WWW.CAPITALQUERETARO.COM.MX
¿Alguna vez han llorado en sus chambas? ¿Han sentido que nada de lo que hagan será visto con buenos ojos por sus jefes o que su futuro laboral no va a ningún lado? Estas preguntas podrían hacerse en una relación amorosa; además, son características de una relación tóxica, porque en el trabajo también llegamos a desarrollar actitudes y circunstancias de este tipo, no solo con nuestras parejas, vaya.
Uno de cada cinco trabajadores en el mundo sufre algún problema de salud mental, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS). Y en un escenario más complicado, se considera que sólo uno de cada 10 recibe atención especializada. Por otra parte, la OMS señala que la enfermedad que más afecta el rendimiento es la depresión. “Cuando asistes a tu trabajo enfermo, incapacitado, con mala actitud y sentimientos negativos, se verá afectada tu labor y productividad laboral. Siempre digo que el trabajo es como una relación amorosa. Hay días que no te gustará, pero no por eso tienes que tirarlo a la borda. Nuestro trabajo tiende a definirnos como personas, y a veces esto hace que nos lleve a lugares muy oscuros. Sólo pensar en el trabajo, no darnos un descanso y alejarnos de otras actividades sociales, justo como algunas relaciones amorosas tóxicas”, me dice el psicoanalista Roberto Hernández.
Recuerdo haber tenido un trabajo que me quitaba el sueño y me alejó de mis amistades y relaciones amorosas. Aumenté de peso, me descuidé en otros aspectos personales y no había un solo día en el que no platicará acerca de él. ¿Por qué no lo dejé? El solo hecho de pensar en abandonarlo disparaba una cantidad de ansiedad absurda en mí. Creía que ese trabajo era lo que me definía como persona y me hacía más interesante. Incluso llegué a tener pesadillas con el día en que no trabajara más en ese lugar. Básicamente, todas las características de una relación tóxica. Mi jefe me trataba bien o mal según su humor, y esto hacía que en mi cabeza se dibujaran escenarios que no precisamente eran los reales. Imaginaba cosas que no eran ciertas, y cada día, antes de irme de la oficina, sentía que me iban a despedir.
Mi peor momento llegó una noche que tuve una parálisis de sueño. El estrés, ansiedad, mala alimentación y descuido personal habían llegado a su límite. Aluciné que una especie de monstruo estaba en la esquina de mi recámara. No podía respirar bien y tampoco gritar. Cuando afortunadamente desperté del “sueño”, caí en cuenta de lo que había vivido. Fui a un psicólogo y me diagnosticó. Mi trabajo estaba logrando que mi vida en general fuese igual de miserable que dentro de la oficina.
“Lo que detona este tipo de situaciones es el no hacer nada. Descuidarnos y dejar que las situaciones tóxicas (abuso, maltratos) sigan sucediendo lograrán que en cualquier momento –en la oficina, casa o en algún café– nuestro cuerpo estalle y pasen cosas como esa parálisis de sueño que me cuentas. Dejar un trabajo puede hacernos sentir inseguros, como si no fuésemos a encontrar algún otro; es común. En el momento que la experiencia dentro de un lugar de trabajo deje de decirnos que podemos crecer y, más que todo, nos estanca y daña nuestro bienestar emocional, es momento de dejarlo. Justo como una relación de pareja, no me canso de decirlo”, agrega Hernández.
Una característica común de una chamba tóxica es “la nula o poca comunicación”. ¿Han sentido que les esconden cosas, métodos o información? Están en un ambiente de trabajo tóxico. “Cuando la comunicación es incompleta, poca o nula; o tienden a esconderte información es porque hay poca confianza. Tus superiores evadirán tus preguntas, quejas o simplemente no te meterán en ese grupo de WhatsApp, Slack, mail o algo por el estilo. Son comportamientos de infantes, pero a la larga logran crear en el empleado una inseguridad que termina convirtiéndose en ansiedad. Y esto evoluciona en nerviosismo y afecta su desempeño”, dice Hernández.
Ahora, ¿cómo diablos escapamos de este ambiente?, ¿renunciamos? Esa puede ser una salida, pero, ¿qué pasa cuando no queremos renunciar? Roberto Hernández opina que la situación laboral tóxica tiene una salida: “La situación laboral se puede salvar, eso está claro. Aunque lo primero que hay que hacer es actuar, ya que ningún problema se resuelve solo. Hay una falsa percepción con los problemas de nuestra generación, es algo muy curioso. Tendemos a pensar que si miramos al techo por 20 minutos o dejamos pasar unos días, este tipo de problemas en la vida adulta se solucionarán mágicamente. Y no. Lo que hacemos es reprimirlos, y reprimir este tipo de situaciones es lo peor que podemos hacer, ya que inconscientemente estarán afectándonos en toda circunstancia de nuestra vida. Hay que atacar el síntoma. Si se trata de personas en específico (las que generan el ambiente tóxico) es mejor alejarse de ellas. Ponte auriculares, trata de hacer como si no las escucharas. No hay nada más dañino que alguien que esté hablando a diario de cuánto odia su chamba y tú seas el recipiente de toda esa energía negativa. Al final del día esto termina afectándote”.
“Si esto no funciona, encáralo personalmente. Habla directamente con la persona y dile que su actitud está dañando tu desempeño laboral y genera un mal ambiente de trabajo. Ahora, si aún no cambia la actitud, es hora de ir a Recursos Humanos. Si odias ir al trabajo todos los días, realizas el trabajo de más personas pero te pagan el mismo salario, tus jefes te tratan mal o ignoran, haz hablado con superiores y nada cambia, eres víctima de algún tipo de acoso o discriminación, estás en un ambiente laboral tóxico y peligroso. Está en tus manos cambiar esa realidad, ya sea actuando para que tu presente mejore o simplemente renunciando”, concluye Hernández.
Todos hemos padecido este tipo de ambiente laboral. Estamos rodeados de personas, seres humanos con problemas similares. Hay días que no queremos hablarle a nadie. Hay días que si nos platican, vamos a responder mal, y está bien. Somos de carne y hueso. Nos cuesta levantarnos temprano por igual, sangramos igual, sin embargo nada de esto nos da derecho a hacerle la vida difícil a otro compañero. Nuestro trabajo viene siendo nuestro segundo y a veces nuestro primer hogar, o termina convirtiéndose en una relación más.
Trabajos siempre existirán, siempre habrá una empresa que necesite nuestro talento, pero nuestra salud mental es más importante que cualquier estatus social o económico. Cuidémosla.
POR JULIÁN VERÓN/REVISTA CAMBIO