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La tradición popular del Día de Reyes forma parte vital de las celebraciones de Navidad y Año Nuevo en México. Su origen se vincula con el nacimiento y adoración del Niño Dios, sostienen las especialistas Marta Turok, Cecilia Jurado y Lucina Jiménez.
Cuenta la leyenda que cuando Jesús nació en Belén, en tiempos del tirano Rey Herodes, llegaron del Oriente tres reyes ricamente ataviados, llamados Melchor Gaspar y Baltasar en el imaginario mexicano. Venían siguiendo una estrella que los guiaba al lugar exacto del nacimiento del Niño Dios.
Las autoras del estudio “Diciembre en la tradición popular”, sostienen que así fue como los tres Reyes Magos cruzaron el firmamento montados en un camello, un caballo y un elefante. Al llegar ante el niño se postraron frente a él y bajaron su cargamento de regalos.
“Le ofrecieron oro por ser rey, mirra por ser hombre e incienso por ser Dios. A manera de recompensa, los tres magos recibieron gozo, amor y paz”, abundan Marta Turok, Cecilia Jurado y Lucina Jiménez. Es por eso que los días 5 de enero de cada año los niños mexicanos reciben regalos”, señalan.
Para eso, los niños y niñas deben haberse portado bien durante todo el año anterior, dejar sus zapatitos en la ventana, y escribir una carta donde dejan ver sus deseos. Casi siempre, se piden juguetes. Además, en el Nacimiento que se coloca días antes en casa, se ponen las figuras de los tres reyes.
Tras lo anterior, los infantes se van a la cama llenos de ilusiones y emoción. Nunca falta quien intente aguantar despierto todo el tiempo que sea necesario con tal de ver llegar a Melchor, Gaspar y Baltazar, sin embargo, hasta la fecha nadie ha logrado ver el arribo de esos tres seres.
Ellos, en su paso hacia Belén -porque siguen haciendo ese recorrido en evocación al viaje que los llevó al Niño Dios-, premian el buen comportamiento de los pequeños, dejando a un lado de sus zapatos obsequios como dulces, juguetes, ropa, dinero, zapatos nuevos y otras cosas atractivas más.
El 6 de enero, fecha que se conoce en México como “Día de Reyes”, amanece con la algarabía de los niños y niñas, quienes alegres y risueños salen a las calles o se limitan al reducido espacio de sus patios o salas, para jugar y presumir los regalos que les trajeron esos viejos magos de Oriente.
También ese día, pero por la noche, los adultos acostumbran partir la “Rosca de Reyes”, elaborada con pan dulce y frutas secas. Tradicionalmente, llevaba escondida una haba, que representaba la realeza, pero eso ha caído en desuso para dar paso a una figurita humana que evoca al Niño Dios.
Esa figura era originalmente de porcelana, pero por razones económicas poco a poco fue reemplazada por otras elaboradas de plástico, como hasta la fecha. Al partir de la rosca, se deja el primer pedazo para algún pobre que pase por la casa. Luego, cada miembro de la familia corta su trozo.
En ese momento, quien encuentre al Niño Dios en su porción de rosca, se compromete a invitar a todos los concurrentes a una fiesta el 2 de febrero, Día de la Candelaria, con la que se conmemora la cuarentena de la Virgen María, madre del Niño Dios. Con esa fiesta termina el ciclo navideño.
Ese día se levanta el Nacimiento, se llevan velas a bendecir, se hace la presentación del Niño Dios en el templo que cada quien elija, sentado o acostado en una charola adornada con flores y dos velas que luego servirán como protección frente a las tempestades. El padrino del niño lo debe vestir.
Ya entrada la noche, familiares, padrinos e invitados, cenan tamales y atole a expensas de quien haya encontrado al Niño Dios en su rosca. “Tanto los tres reyes magos como la costumbre de llevar al niño al templo y posteriormente cenar tamales, está vigente en México”, concluyen las tres expertas en cultura popular.