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Por Fabián Andrés Cambero
SANTIAGO, 25 sep (Reuters) – Las oscuras noches del chileno desierto de Atacama, el más árido del mundo, atraen desde fanáticos de la astronomía hasta grandes centros multinacionales, pero las brillantes luces de ciudades que crecen, autopistas y minas se han convertido en una sigilosa amenaza.
Por eso, los reguladores del medio ambiente empiezan a contraatacar con herramientas legales y un impulso del gobierno para hacer que las regiones protejan las reservas del cielo nocturno.
Las habituales luces led blancas o frías están prohibidas en las zonas en torno a los observatorios astronómicos del norte del país, que alberga actualmente cerca de la mitad de la infraestructura de observación astronómica del mundo.
La Superintendencia del Medio Ambiente (SMA), que desde su origen hace unos años estuvo enfocada en los incumplimientos sobre otros recursos como agua y aire, prepara para próximas semanas sanciones contra entidades públicas y privadas.
“Esperamos formular cargos a otras empresas que también teníamos detectadas infracciones hace bastante tiempo, pero como hemos mejorado nuestros procesos internos hemos podido acelerar la parte sancionatoria que finalmente en estos casos se requiere para dar una señal disuasiva”, dijo a Reuters el superintendente Cristóbal de la Maza.
Ya en agosto formuló cargos contra unidades de las minoristas Falabella y Cencosud, así como contra el edificio corporativo de Escondida, la mina de cobre más grande del mundo.
De la Maza afirma que esas empresas exceden los límites de emisión de luz. Está pendiente una decisión en esos casos.
BHP, que controla Escondida, y Falabella, matriz de Tottus, dijeron que presentaron un plan correctivo. Cencosud no respondió a una solicitud de comentarios.
Al menos en el papel, en un ajuste a la normativa ambiental, el año pasado se incluyó la definición de zonas de “valor científico y de investigación para la observación astronómica” con el objeto de aplicar mayores restricciones.
Una comisión conformada por seis expertos, convocada por el Ministerio de Ciencia, entregará a finales del año un “listado de zonas geográficas sugeridas y los criterios para su protección”, confirmó a Reuters la instancia gubernamental.
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“LABORATORIO NATURAL ÚNICO”
Antofagasta y otras ciudades del vasto desierto de Atacama, han aumentado su tamaño en los últimos años para servir a la industria del cobre y el litio. El desarrollo ha generado nuevas carreteras, centros comerciales y campos deportivos, todos trayendo nuevas fuentes de luz.
Guillermo Blanc, quien encabeza la fundación Cielos de Chile creada por observatorios para abordar el problema, considera que el cielo del desierto es un “laboratorio natural único” que necesita protección por su valor científico.
“La contaminación lumínica, cuando empieza a aumentar, se transforma en una bola de nieve”, dijo en una entrevista con Reuters.
Además del auge del turismo astronómico, la calidad de los cielos atrajo también millonarias inversiones de observatorios como el ALMA, que ayudó recientemente a descubrir un probable indicio de vida en Venus, y se construyen otros como el telescopio extremadamente largo (ELT) de ESO, que agrupa a 16 países.
“Hay que proteger esas inversiones y todos esos recursos que están poniendo estos distintos consorcios y darle certeza jurídica y que van a poder operar tranquilamente y cumplir sus función”, señaló el superintendente De la Maza.
En tanto, Blanc señaló que aunque los cielos mantienen una calidad actual como en pocas partes del mundo, en algunas zonas la luminiscencia en el cielo -que afecta la oscuridad requerida para la investigación- ha aumentado hasta un 10%.
Expertos comparan el riesgo con el sur de California, en Estados Unidos, donde el crecimiento urbano destruyó el atractivo astronómico que tuvo la región a inicios del siglo XX.
Aunque los expertos señalan que un correcto tipo y disposición de la iluminación reduce de gran manera los riesgos de contaminación, tanto científicos como reguladores admiten que el ritmo de expansión en los territorios es una variable menos controlable.
“Si los cielos no están protegidos, podría ser una gran catástrofe”, lamentó Alain Maury, quien ha trabajado 17 años en observación de los cielos en la turística localidad de San Pedro de Atacama.
“En Chile hay leyes para hacerlo pero nadie puede hacerlas cumplir por lo que sigue empeorando”, agregó este amante de la observación, quien ha visto desvanecerse en el cielo algunas estrellas y galaxias que antes podían observarse casi a simple vista.
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(Reporte de Fabián Andrés Cambero)